No se trata de ser alarmistas pero tampoco de dejar que después se pueda decir que nadie avisó. Lo que sería irresponsable es callar ante las amenazas que se acumulan frente a nuestros ojos, porque los signos están ahí. Esto no es una teoría conspirativa porque la Agenda es pública y sus promotores no se ocultan en absoluto. Lo que sucede es que en los medios del sistema sólo se habla a favor de la Agenda y sus objetivos porque los medios del sistema, como su propio nombre indica, dependen para su subsistencia de servir bien al sistema que los alimenta.
Decíamos ayer que Red Eléctrica había tenido que aplicar un protocolo de seguridad cortando la energía a las grandes industrias españolas porque durante la tarde, con la ola de frío, la ausencia de viento debida al anticiclón, la temprana oscuridad invernal que anula la aportación fotovoltaica, la demanda de calefacción y el desprecio a lo nuclear, la generación de energía resultó insuficiente para cubrir todas las necesidades. Para evitar un apagón general o dejar sin suministro a los hogares, se procedió a ejecutar un protocolo que restringe en primer lugar la energía a las grandes industrias más demandantes de energía, era la tercera vez que sucedía tal circunstancia durante el año. Pues bien, ahora ya es la cuarta y ayer volvió a suceder por segundo día consecutivo.
Nos encontramos por tanto ante un problema que es algo más que puntual y que responde a una situación estructural, una situación que es el resultado de la política energética por la que hemos apostado: cara, intermitente, contaminante (porque depende del gas cuando no hay viento ni sol), y dependiente, porque no tenemos gas propio. Es más, estamos en conflicto con nuestros suministradores tradicionales de gas. O sea, que no sólo somos energéticamente dependientes sino que somos dependientes de países con los que estamos en conflicto. Es lo que ha diseñado la Agenda, pero la cosa puede empeorar.
Al mismo tiempo que se evidencia nuestro problema con el suministro de energía, estamos sentando las bases para la completa destrucción del sector primario, concretamente en este momento el sector pesquero es el principal objetivo de los planes destructivos de la Unión Europea. Es decir, que no tendremos luz, pero tampoco pescado (desde luego pescado propio), ni por supuesto carne, porque lo sostenible y lo progresista es no tener nada, pasar frío, parar la producción y morirse de hambre. ¿Nos rebelaremos todos entonces y haremos una gran hoguera con todos los agendistas? No, porque llegados a ese momento, si no reaccionamos antes, la vida de todo el mundo será dependiente ya de los agendistas, y es mucho más complicado rebelarte contra alguien del que dependes. Avisados estamos. Es más, las primeras consecuencias empobrecedoras de la Agenda 2030 ya las podemos paladear, ya las tenemos aquí, ya no es cuestión de creer sino de mirar. Y esto va a empeorar y empeorar.