El juicio a Errejón por su posible agresión sexual está dejando algunos momentos memorables, como por otra parte era posible prever. El mismo Errejón que calificaba de fascistas a quienes hablaban de denuncias falsas, dice ser ahora víctima de una denuncia falsa. ¿Habrá cambiado su discurso o pretenderá ser sólo él la excepción? Difícil cuestión cuando otra de las perlas de Errejón es el reconocimiento de que una cosa es la vida real y otra las consignas y mantras que va repitiendo en público para su rebaño.
Errejón diciéndole al juez «en la vida real la gente no habla con consignas», es el mejor resumen de lo que son él y toda la izquierda que se me podría haber ocurrido. pic.twitter.com/BXoUnEymOV
— María Durán (@mariaduran1987) January 20, 2025
Sea como sea el caso Errejón y el tertulianismo que le rodea sirve para confirmar la existencia de una doctrina profundamente perversa, desde el punto de vista lógico y jurídico, en relación a la llamada violencia de género o las agresiones sexistas. No se puede hacer en este tipo de agresiones una excepción al principio de presunción de inocencia. Todo el mundo, incluso Errejón, es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Otra cosa es que sea coherente, sincero o decente. Lo que tampoco se pueden dejar de señalar son las contradicciones de su acusadora. Esas contradicciones están ahí y resulta inevitable que susciten algunas dudas. No se puede prohibir dudar de las acusaciones de una persona porque la acusadora sea mujer, o porque el acusado sea hombre, o porque el género obligue a reconocer como premisa que la acusada es víctima y que el acusado es culpable.
Elisa Mouliaá sobre la 'agresión' de Errejón: "En su casa fue todo muy desagradable, lo paré y él paró. No me forzó. Y le dije 'Oye, que sólo sí es sí'. Y él dijo que vale, que le serviría para futuros encuentros".
— Capitán Gral de los Tercios/Virrey de las Américas (@capTercio) October 29, 2024
Por ésto, los abogados recomiendan a sus clientes que no hablen. pic.twitter.com/fj9xwTgsKP
Decir que no se puede victimizar aún más a la víctima poniendo en cuestión sus afirmaciones (incluso cuando presentan claras contradicciones) es afrontar la averiguación de los hechos desde el sentimiento en vez de desde la razón. Descubrir si la acusadora es victima o no, igual que si el acusado es inocente o culpable, es el objeto del proceso judicial y no su presupuesto. Si hay que partir de que la acusadora es víctima y que el acusado es culpable, sobra el todo el proceso. Por otro lado no se puede exigir a alguien que pruebe su inocencia porque lo que se puede probar es la culpabilidad. Es decir, para empezar a acusar a alguien de haber matado a un señor francés hace falta el cadáver de un señor francés, es imposible probar que uno no ha matado a un francés.
Elisa Mouliaá, denunciante de Errejón, ya acusó a su expareja por sexo no consentido y se archivó por "falta de coherencia" https://t.co/QeUixky98V
— EL ESPAÑOL (@elespanolcom) January 16, 2025
Por otra parte, estamos viendo una vez más en el caso Errejón que se ha creado un clima en ciertas tertulias y partidos en virtud del cual, además de que el acusado debe probar su inocencia, nada de lo que hace la supuesta víctima puede poner en cuestión su acusación y su condición de víctima. O sea, si después de la supuesta agresión sigue pareciendo tan amiga del agresor, o bromea en redes sociales, o incluso niega la agresión, se nos dice que eso no puede servir para cuestionar su testimonio posterior, que nadie sabe cómo se puede reaccionar a una agresión, que para confirmar la agresión lo mismo vale denunciarla que negarla, ir a denunciar a comisaría que tirar cohetes, seguir tan cariñosamente con el supuesto agresor como repudiarlo. Sólo sí es sí, pero al mismo tiempo se nos dice que la victima puede decir que sí por estar en shock, y aparentar en una grabación estar experimentando placer con la relación, e incluso pasar 10 años esa persona pensando que había tenido la relación de forma consentida, hasta darse cuenta de pronto de que no. No sólo se carga al acusado con la necesidad de probar su inocencia, sino que se hace imposible probar su inocencia o enervar el testimonio de la acusadora. Y además el que diga cualquier otra cosa es un machista que debe ser cancelado. La ironía es que esta gente se suela manifestar como feroz denunciadora de la Inquisición y su leyenda negra, cuando parece más bien su gran admiradora e ilustre heredera.