No hay que comparar a Trump con el Todopoderoso sino con su penosa alternativa

El debate de ayer entre Biden y Trump fue algo más que un debate. Fue la exposición pública y humillante de un candidato que obviamente no está capacitado para ser presidente. El problema no es que Biden pueda ser el próximo presidente de los EEUU, es que ya es el presente presidente de los EEUU. ¿En qué manos estamos todos?

La práctica totalidad de los medios estadounidenses, por hostiles que sean a Trump, reconocen que lo sucedido ayer fue una catástrofe para el partido demócrata. A estas horas se especula incluso con que Biden se haga un lado y los demócratas presenten a un nuevo candidato. La pregunta sin embargo es cómo se ha podido llegar a tal punto. O al punto en que Biden siga como candidato, o al punto en que en vísperas de las elecciones haya un candidato a la presidencia de los EEUU que parece obviamente incapacitado para serlo. Al punto, por otro lado, en que ya haya una persona con las facultades aparentemente muy mermadas, y no desde ayer, al frente de la presidencia de los EEUU.

No se comprende bien cómo en un país que es primera potencia mundial ya sea en el campo económico, el científico o el militar, el cual tiene 333 millones de habitantes, el cual acumula también la mayor cantidad de premios Nobel, lo mejor que pueda poner a su frente de entre todos esos 333 millones sea a alguien en el estado de Biden. Es más, que a estas alturas todavía esté pensando en mantener otros 4 años a Biden. No puede ser que al frente de los EEUU haya una persona que tendría problemas para estar al frente de una zapatería. No por su edad, a fin de cuentas Trump es apenas un poco más joven, sino por su estado general. Hace mucho que Biden da muestras de una cierta desorientación en sus apariciones públicas y ayer en el debate simplemente quedó en evidencia un problema que ya no se puede tapar. Pensar en mantener otros 4 años en el poder a Biden resulta ahora mismo demencial. Es más, viendo el estado de Biden lo que cabe preguntarse es quién se encuentra a los mandos en realidad. O no hay nadie a los mandos o, si hay democracia, es el que está realmente a los mandos el que se debería presentar. No es fácil determinar cuál de las dos opciones es más inquietante, la de que no hay nadie a los mandos o la de que hay una persona que se presenta a la presidencia y otra distinta y no electa, o un grupo secreto, que es quien realmente preside.

Con todo lo dicho, o por todo lo dicho, ayer sin embargo Biden lo tenía muy fácil para ganar el debate. Puesto que estamos ante un problema que ya se venía percibiendo desde lejos, las expectativas estaban tan bajas que para ganar el debate, o al menos para conseguir un empate, a Biden le hubiera bastado con no confundir a Trump con Taylor Swift. Cómo de mal debió salir todo por tanto para que Trump no es ya que ganara, sino que arrasara en las encuestas. No es que los estadounidenses hayan dado por ganador a Trump, es que se han quedado estupefactos ante la situación.

Una de las características que distinguen a los sistemas democráticos de otros sistemas es que en estos el líder supremo muere en el sillón. Nadie se atreve a decirle al jefe que está desnudo. Aunque pierda ostensiblemente sus facultades, no cabe la sustitución. El problema es que si esto mismo lo vemos en los EEUU, la pregunta es si la mayor democracia del mundo no empieza a parecerse sospechosamente a las autocracias de otros rincones del mundo. La situación de Biden puede ser un claro síntoma de la podredumbre del sistema y que los filtros, contrapoderes y niveles de exigencia del sistema está fallando de manera clamorosa. Lo peor es que con Biden al frente este problema a lo mejor es más visible ahora mismo en los EEUU, pero da la impresión de que en otros muchos países el problema es el mismo aunque quede disimulado por el hecho de que el presidente suele saber si preside Narnia o Bulgaria.

Como argumento para mantener a Biden, el estribillo de los demócratas es que no hay que comparar a Biden con el Todopoderoso, sino con la alternativa. Lo cierto es que poniendo a Biden como candidato los demócratas parecen empeñados en volver a hacer presidente a Trump. Puesto que no cabe rejuvenecer o reinsuflar las capacidades mentales a Biden, para que incluso con ese argumento pudieran ganar los demócratas sólo caben dos opciones. O cambiar a última hora a Biden, o iniciar tal campaña contra Trump que efectivamente la mayoría pueda acabar considerando incluso a Biden mejor que la alternativa. Ahora mismo eso parece complicado porque difícilmente les puede quedar a los demócratas algún cartucho contra Trump que no hayan disparado ya, y porque ya es imposible poder sacar en algún momento el foco de debate sobre el estado de salud y las capacidades de Biden. Problema irresoluble porque el estado de Biden parece efectivamente lamentable, al menos para ser presidente. Si de algo precisamente pueden estar seguros los estadounidenses es de que Biden no va a estar mejor que ahora dentro de unos meses, no digamos el año que viene o los años siguientes. Pero es que además probablemente hay una mayoría a la que el discurso de Trump le parece con razón atrayente al margen de que el otro candidato sea Biden. ¿Y encima le ponen de alternativa a Biden? Es decir, también el argumento de que no hay que comparar a Trump con el Todopoderoso sino con la alternativa funciona increíblemente a favor de Trump.

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