Milei contra Goliat

Milei ha quedado segundo en la primera vuelta de las presidenciales argentinas y primero, dando un vuelco a las encuestas, el socialistas-peronista-kirchnerista Sergio Massa, actual ministro de economía. Para que nos hagamos una idea, Argentina ostenta una inflación del 138%. Un 40% de los argentinos vive en la pobreza, siendo Argentina un país extraordinariamente rico. El ministro de Economía de un país en esta situación es lo que Argentina ha votado en primer lugar, para sorpresa de muchos. ¿Acaso es que no tiene salida la situación argentina?

Antes de nada conviene matizar un tanto los resultados. En el fondo, dos tercios de los argentinos han votado por el cambio. O sea, Massa sólo ha obtenido un tercio de los votos, aunque esto lo sitúe como el candidato más votado. Patricia Bullrich, también opositora a Massa, candidata de Juntos por el Cambio, ha obtenido un 23,8% de los votos. El punto es que los votos de Bullrich en la segunda vuelta pueden dividirse entre Milei y Massa, lo que nos coloca ante un resultado incierto. O abierto, según lo miremos.

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Los resultados electorales en Argentina abundan en el descrédito que atraviesa el universo demoscópico. Sea porque la demoscopia es una ciencia demasiado blanda, sea porque en realidad las encuestas se manipulan para tratar de influir en el resultado y no para tratar de preverlo, las encuestas en los últimos tiempos se están revelando como un auténtico fiasco. Al igual que en España, encuestas exageradamente favorables al cambio han servido para desmovilizar el voto del cambio, por exceso de confianza, y para movilizar sin embargo al voto izquierdista, por miedo a ese cambio y al voto de la derecha. Tenemos una vez más la percepción de que la izquierda de Massa ha obtenido un buen resultado no tanto porque el resultado sea bueno, sino porque sus expectativas eran muy bajas.

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Conviene de todos modos no perder de vista la importancia de lo conseguido por Milei en Argentina. Más que ante un mal resultado, estamos ante un pequeño milagro. Hay que tener en cuenta por un lado que el kirchnerismo es una especie de poder absoluto en Argentina. Es muy difícil plantarle cara a un régimen como el kirchnerista cuando ya ha convertido a un país en un estado de pensamiento casi único. Las fuerzas contra este tipo de regímenes siempre son increíblemente desiguales. Por eso resulta tan complicado derrotarlos en las urnas, por eso por mal que lo hagan se muestran siempre tan resistentes al cambio.

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Hablando de la resistencia al cambio de un régimen tan calamitoso como el kirchnerista, con índices de pobreza e inflación como los indicados, tal vez nuestro asombro no llega a entender que hallarse en una situación tan catastrófica no suele jugar en contra de los gobiernos populistas de izquierda sino totalmente a su favor. ¿O acaso es la primera vez que, para sorpresa general, cuanto peor le va a un país con un régimen izquierdista más fiel parece el apoyo mayoritario del país a ese régimen que le arrastra al a ruina? Hay una explicación para ello, aunque quizá no la queramos ver.

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Dentro de nuestra lógica, pareciera que cuanto más pobre se vuelve un país más descontenta tiene que estar la población con el gobierno y más fácil debiera ser un cambio. En realidad sucede todo lo contrario. En Argentina cerca de la mitad de la población acaricia la pobreza, o se encuentra sumida en ella, y la única forma que tiene de sobrevivir es la pequeña ayuda que recibe del gobierno. La gente por tanto no sigue votando al gobierno pese a ser pobre y depender de una ayuda estatal, sino precisamente por eso. La dependencia que medio país tiene del gobierno por ser pobre no es una debilidad del gobierno, sino una fortaleza. Si el kirchnerismo consigue llevar a la pobreza al 65% de los argentinos, puede sacar en el futuro un resultado todavía mejor que el actual. Y desde luego si alguien puede llevar a más argentinos todavía a la pobreza en un país tan rico como Argentina es el socialismo kirchnerista. Cuantos más pobres y más dependientes del gobierno, más fuerza tiene el gobierno.

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La paradoja es sólo aparente. En realidad se entiende perfectamente lo complicado que es salir de esa situación tratando de explicarle a la gente que el gobierno es el que le mantiene en la pobreza y no el que le salva de ella. O peor aún, mucha gente ve el problema, pero no puede visualizar una transición hacia la salida. Y es que efectivamente no es fácil esa transición. Mucha gente puede entender la necesidad de desarticular el monstruoso gobierno que asfixia el crecimiento del país y que a medio plazo no hay salida sin poner orden en las cuentas públicas, pero por otro lado depende de la ayuda de ese gobierno para pagar maña la comida de su familia. Estás agarrado a un flotador pinchado y sabes que te vas a ahogar si te quedas parado y no lo sueltas, pero al mismo tiempo ves que hay mucha distancia hasta la orilla salvadora. El problema de Argentina, de los regímenes clientelistas del socialismo en general, es la transición hacia la salida. La ventaja de los vendedores de flotadores pinchados es precisamente que cuanto menos aire le queda al flotador y más grande es el agujero menos posibilidades ve el que se ahoga de poder llegar a la orilla abandonando el flotador. Todos sabemos por lo demás que el socialismo consiste en arreglar los flotadores pinchados metiendo más aire en vez de cerrando los agujeros.

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Resulta por consiguiente un tanto injusto negarle a Milei el carácter un tanto milagroso de su éxito político y personal, aunque Massa haya sido el candidato más votado en primera vuelta. Y es que Milei no se ha enfrentado al socialismo con un discurso ligeramente menos socialista que el de los kirchneristas, sino con un discurso totalmente antisocialista y prácticamente libertario. En realidad es bastante sorprendente que un país como Argentina Milei haya conseguido un 30% de votos en primera vuelta con un discurso tan rompedor y tan fuera de la zona de confort del consenso socialdemócrata. Es decir, enfrentarse no sólo al omnipotente aparato kirchnerista, sino hacerlo con un discurso tan abiertamente opuesto al pensamiento dominante no ya argentino, sino global, pone todavía más en valor si cabe el resultado de Milei. No compartimos en algunas cosas al 100% el discurso de Milei, como no compartimos al 100% el discurso político de nadie, pero la verdad es que resulta casi increíble que alguien como Milei pueda ganar en Argentina con un discurso tan libertario y le estamos regateando el mérito cuando, en países en principio más libres como los europeos, los principios de Milei resultan acaso a fecha de hoy todavía más escandalosos y rupturistas que en Argentina. Y sin embargo y así y todo Milei aún puede ganar. Si no lo hace tan sólo habrá llevado a cabo una gesta prodigiosa, si lo hace será ya un titán.

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