Ayer tuvo lugar el desenlace de un duelo que ha tenido en vilo a medio país durante 197 programas. Se trata de un suceso bastante excepcional porque raramente en España se nos presenta como ejemplo a las personas por su saber. Con un sistema educativo que repudia abiertamente la memoria y el conocimiento, el caso de Rafa y Orestes es un rayito de luz y de esperanza que demuestra la resistencia de la vida inteligente en el páramo de las modernas técnicas pedagógicas. Naturalmente tal osadía debe ser adecuadamente castigada. Y vaya si lo va a ser.
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Rafa y Orestes son atracados (por el estado) a la salida de Pasapalabra
En los últimas días, y lógicamente más en las últimas 24 horas, los medios han prestado alguna atención al sablazo que Hacienda va a propinar al ganador del bote de 2,27 millones de euros. Los cálculos difieren un tanto, por no mencionar que para un afinado preciso sería necesario conocer al detalle todas las circunstancias personales del ganador, incluyendo su domicilio fiscal, pero atendiendo a la aplicación de las normas generales y al caso de otros ganadores de grandes premios, como el de Pablo Díaz, también ganador de una importante cantidad en Pasapalabra, el hecho es que a Rafa Castaño el gobierno no le va a quitar menos de 1 millón de los 2,27 que ha ganado.
¿Cuánto dinero se lleva Hacienda del bote que ha ganado Rafa Castaño en Pasapalabra?
💰 El sevillano se ha llevado este jueves 2.272.000 euros, pero una parte del premio irá para Hacienda.https://t.co/EdC0GiFxum
— Hoy por Hoy (@HoyPorHoy) March 17, 2023
Huelga decir que quizá el ganador declare en algún momento que está encantado de que Hacienda le quite la mitad del dinero, pero así y todo parece notablemente injusto.
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Hablamos de un ingreso excepcional, no de un ingreso recurrente. Un ingreso que se produce tras 197 días de batalla y notables sacrificios, incluyendo la dedicación exclusiva y el abandono del empleo habitual. El Pasapalabra es como una especie de oposición, pero una particularmente exigente y si no que se lo pregunten a Orestes.
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En realidad podría pensarse que Rafa y Orestes llevan toda su vida preparándose para ganar el bote de Pasapalabra. No es por tanto como una persona a la que le toca la lotería, que por otro lado pagaría menos impuestos -o ninguno- porque el organizador de las loterías es el estado. Seguramente Rafa nunca más en su vida tendrá un ingreso semejante, o tendría que darse en otra singladura igual de dura e igual de excepcional. Por tanto el importe del premio quizá no debería computarse en el IRPF de un sólo año, sino en el de 50 años. El gobierno no ha estado estudiando geografía, historia o el diccionario ni un segundo junto a Orestes y Rafa. El gobierno está lleno de patanes que no les llegan a Orestes y Rafa ni a la suela del zapato, pero que son los que van a decidir cómo se emplea o cómo se derrocha el dinero de Orestes y Rafa. Ayer había un ganador dudoso y uno seguro. La duda era si ganaba Orestes o Rafa. Lo seguro era que ganaba la ministra de Hacienda, que ni siquiera jugaba. Seguramente no es exagerado pensar que el ejemplo de Rafa y Orestes vale más que la cuantía de todas las campañas que haya lanzado nunca el Ministerio de Educación en España.
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Por otro lado, injusticias similares a las de Rafa pueden ser mucho más frecuentes de lo que podríamos pensar.
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Sería el caso, por ejemplo, de una persona que invierte un capital para poner en marcha una empresa y lo multiplica por 5. Hacienda se quedará con la mitad de toda esa plusvalía, mientras que la otra mitad la puede perder totalmente quien la ha generado con una mala inversión posterior. El estímulo para un inversor o un emprendedor que tiene un éxito es retirarse con lo ganado y no volver a invertir. No es cierto que la que siempre gana sea la banca, sino Hacienda. El gobierno no arriesga un euro, a menudo pone todas las trabas posibles, te deja tirado cuando pierdes, pero se lleva la mitad de lo que ganas como el socio que nunca tuviste para ayudarte. Cuando las cosas te van bien, además de llevarse la mitad de lo que ganas te insulta. Total, que empieza por “g”: órgano superior del poder ejecutivo de un Estado o de una comunidad política, generalmente abusivo, que para perpetuarse expolia a los gobernados con el fin de comprar su adhesión con el dinero que previamente les ha quitado, o les mantiene sometidos mediante un estado ineludible de dependencia… ¡Pasapalabra!
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