Como ETA ya no existe se puede pactar con la izquierda abertzale, que ahora por tanto es una fuerza progresista homologable, y llamar normalidad al mero hecho de que no haya asesinatos a la par que Sánchez se bunkeriza en la Moncloa gracias a Bildu. Hay muchas mentiras y medias verdades en todo lo anterior, y una expresión más de ello, no la única, son los sabotajes que están sufriendo las obras del AVE (una infraestructura a la que se opone la izquierda abertzale) en algunas localidades navarras.
El blanqueamiento de la izquierda abertzale implica dar carta de normalidad a una situación en la que ETA ya no mata, pero que dista mucho de una mínima normalidad democrática. Esta anormalidad se manifiesta en situaciones tan variadas y anormales como los actos en apoyo de los asesinos de ETA, la violencia de baja intensidad (y por tanto el temor consiguiente) que todavía persiste, que no es matar pero abarca un amplio espectro de acciones violentas e intimidatorias en el espacio entre no matar y la total normalidad, o los sabotajes a las obras del AVE de los que se acaba de informar. Naturalmente el gobierno niega todo conocimiento: mancha molesta que no te consta, mancha molesta que no tienes que blanquear.
Por el contrario, parecen baste fundamentadas las informaciones periodísticas no sólo sobre los sabotajes a las catas que se usan para marcar el terreno, ralentizando las obras, sino sobre visitas intimidatorias a las obras y a los trabajadores por parte no ya sólo de grupos de personas supuestamente vecinas de la zona, sino de concejales de algunas localidades encabezando el piquete.
La población Navarra está pasando a formar parte de ese 20% residual de la población española que no tiene acceso al tren de alta velocidad. Es uno de los precios de que la silla presidencial de Chivite se apoye en Bildu. Lo que ahora se ve con estos sabotajes no es nada que no se haya visto ya respecto a todas las grandes obras e infraestructuras de Navarra, desde Itoiz a la Autovía de Leizarán. No es que este tipo de violencia vuelva, es que nunca se marchó. La izquierda abertzale no ha abandonado más que el grado de violencia que se le ha exigido abandonar, y no más. Ni ha condenado la violencia, ni llama asesinos a los asesinos. En vez de ello los denomina presos políticos (incluyendo a los asesinos de líderes socialistas) y pide su excarcelación inmediata e impunidad. Bildu puede permitirse el lujo de condenar o no condenar lo que quiera, porque no es Bildu quien depende del PSOE sino el PSOE quien depende de Bildu. El precio para los navarros de esa dependencia es la perpetuación de la anormalidad democrática por un lado, con la persistencia de un cierto grado de violencia e intimidación, por otra parte la dilatación infinita de las infraestructuras a las que se opone Bildu, como el recrecimiento de Yesa, el AVE o el Canal, y finalmente la cronificación de una hostilidad a la empresa, el turismo, el comercio y la inversión que poco a poco acabará convirtiendo a la Comunidad Foral en un páramo empresarial, y a ver en qué lugar que sea un páramo empresarial hay buena educación, buena sanidad, buenos servicios y prosperidad.