Hace unos días COVITE denunciaba la celebración de una manifestación en la Rochapea exigiendo la excarcelación del etarra Juan Luis Rubenach, condenado entre otras cosas por dos asesinatos y otros 97 intentos de asesinato. Fuera de esta denuncia, este tipo de actos se vienen celebrando con tanta frecuencia como indiferencia por parte de la población. Quizá eso ya debería ser noticia, que este tipo de manifestaciones formen parte de la normalidad, que hayamos asimilado esto, que lo anormal sea ahora lo normal y no suscite indignación ni interés.
La actividad a favor de la excarcelación de los etarras presos no ha disminuido estos días, todo lo contrario.
Manifestación de @sare_herritarra en el barrio de la Rochapea de Pamplona a favor de la excarcelación del etarra Juan Luis Rubenach, condenado por dos asesinatos⬇️ pic.twitter.com/nje4ZE4vAV
— COVITE (@CovitePV) April 5, 2023
Otro elemento a destacar es que el acercamiento de los presos de ETA no era la meta de las reivindicaciones de la izquierda abertzale: la meta es la excarcelación. Una vez acercados los presos etarras las movilizaciones continúan porque el problema no era que estuvieran encarcelados lejos de la CAV o Navarra, sino que estuvieran encarcelados. Por eso una vez acercados el siguiente paso es reclamar la excarcelación. O sea la impunidad. A fin de cuentas es lo natural si se les denomina presos políticos en vez de asesinos. Hemos normalizado estas manifestaciones, que ya no nos indignan, y hemos normalizado que se gobierne de la mano de los que organizan, apoyan y comparten la retórica de estos actos.
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Cabe sospechar que la excarcelación tampoco será el punto final de las reivindicaciones de la izquierda abertzale. Cuando se excarcele a los etarras el siguiente paso será hacerles estatuas y dedicarles calles. No es una predicción, es el punto al que nos lleva la lógica de los acontecimientos, la lógica de la normalización del discurso de la izquierda abertzale.
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La indiferencia mediática y social ante este tipo de actos anticipa que tampoco habrá una reacción ni popular ni electoral cuando a Rubenach lo nombren candidato de Bildu al Parlamento o a la alcaldía de Bilbao, cuando le dediquen una plaza, cuando lo inviten a pronunciar una conferencia en una universidad pública, cuando lo nombren hijo predilecto, cuando le entreguen una medalla, cuando las instituciones le pidan perdón, o cuando lo vistan de carbonero para hacer de Olentzero en Navidad.
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¿Para qué denunciar un acto de este tipo cuando no va a movilizar ni un voto y la mayoría social ha normalizado ya los actos de apoyo a los etarras? Primero para tratar precisamente de revertir esa falsa normalidad, y segundo por dignidad. Las elecciones las ganan las mayorías, pero basta una minoría o incluso una sólo persona para enarbolar frente a la mayoría la bandera de la dignidad. Juan Luis Rubenach no es un preso político, es un criminal.
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