La pobreza como objetivo

Solíamos pensar que tanto la derecha como la izquierda querían acabar con la pobreza. Es decir, cada una tenía su recetario para hacerlo, pero ambas querían hacerlo. Después un recetario funcionaba mejor que el otro, pero la buena voluntad se le presuponía a todo el mundo. O al menos nosotros se la presuponíamos. Querían acabar de verdad con la pobreza, tal como decían, aunque no hacían más que cosas que no servían más que para aumentar la pobreza. Pero no es que estuvieran mintiendo, sino que estaban equivocados. Ciegos y equivocados, pero no mentirosos ni malvados. Pues bien, a lo mejor todo esto ha dejado ya de ser cierto en los últimos años.

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Por comenzar por los hechos antes que por la explicación a los hechos, a lo que asistimos constantemente en los últimos tiempos es a una sutil apelación a la pobreza. Tenemos que planchar menos y gastar menos energía, o planchar de madrugada y consumir energía sólo en determinadas franjas horarias. De todo lo que compremos, aunque se trate de bienes de primera necesidad, como la luz, la calefacción o el combustible, tenemos que pagar otro tanto en impuestos. Tenemos que acostumbrarnos a compartir los electrodomésticos. Tenemos que renunciar a la dieta de carne y pescado y pasarnos a la comida sintética y a los gusanos. Tenemos que renunciar a tener vehículo propio. Tenemos que renunciar a tener vivienda propia. Si lo analizamos con un poco de espíritu crítico, lo que nos están diciendo constantemente es que sólo ser pobre resulta sostenible y que hay que ser pobre. A no tener nada o a tener que racionar los bienes es a lo que antes, en vez de ser sostenible, le llamábamos ser pobre. O sea, que efectivamente a lo mejor hay que empezar a considerar que ahora ser pobres es un objetivo buscado, no un fallo del recetario.

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Pensando mal, podría concluirse que la izquierda, en vez de rectificar, ha amoldado la realidad a sus postulados. Es decir, lo cierto es que después de tantos intentos fallidos en todo el mundo y durante tanto tiempo de aplicar con éxito el socialismo resulta difícil pensar que alguien realmente se crea que el socialismo genera riqueza. En consecuencia lo lógico, lo coherente y lo honesto para la gente de izquierdas, a lo mejor sería abandonar el socialcomunismo. Pero no es eso lo que está sucediendo. Por el contrario, si el socialcomunismo nos hace pobres, en vez de abandonar el socialcomunismo, el nuevo discurso ha de ser que debemos ser pobres. Que ser pobres es bueno. Que ser ricos no es sostenible.

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Ante una inversión de la realidad de este tipo no cabe duda de que la izquierda deja al resto del mundo descolocado. Si de lo que se trata es de hacernos todos más pobres para ser sostenibles, no cabe duda de que no hay nadie mejor que la izquierda ni nada mejor que el socialcomunismo para hacernos a todos más pobres. No podemos competir con ellos a ver quién consigue empobrecer más y más rápidamente a todo el mundo.

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Volvernos todos pobres no sólo sería lo más ecosostenible, sino también lo más moral. Un problema ético que ha amenazado siempre a la izquierda es el de considerar a toda la gente que ganaba dinero como malas personas. O pobre o hijo de puta. Con semejante dilema en la cabeza, por absurdo que fuera, la izquierda ha ido creando una sociedad en la que prosperar estaba mal visto. O sea, prosperar un poco estaba mal visto, prosperar mucho era totalmente intolerable. Si no ser pobre era ser mala persona, cuanto más rico peor persona. Tu calidad moral es inversamente proporcional a tus ingresos. ¿Qué clase de sociedad podía prosperar mucho bajo semejantes premisas?

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En el nuevo modelo apocalíptico de la izquierda en el que todos vamos a morir de calor o de hambre si no nos hacemos pobres, lo cierto es que la ideología izquierdista encaja como un guante. La izquierda puede pasar de tener que avergonzarse y justificarse por empobrecer a la gente a presumir de sumir a todo el mundo en la pobreza. Y a la par que se consigue al fin un mundo sostenible poblado de pobres, será además un mundo moral en el que desaparecen los malvados, o sea la gente que no vive en la pobreza.

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La teoría además es genial porque antes la gente si era pobre estaba descontenta con ser pobre, protestaba, se rebelaba contra el gobierno, buscaba la manera o la ideología para tratar de dejar de ser pobre. Ahora en cambio la gente interioriza que ser pobre es deseable. Que deber apoyar a los gobiernos que la empobrecen. Que ser pobre no es ser pobre, es ser sostenible.

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La pregunta es si resulta casual que este discurso apocalíptico que convierte la pobreza en objetivo surja en las últimas décadas justo cuando se produce el desplome global de la izquierda a nivel ideológico. Otra forma de decirlo es que si no hay izquierda sin discurso apocalíptico la izquierda no tiene otra alternativa que alimentar el discurso apocalíptico. No puede no creer en el discurso apocalíptico. No puede no predicar el discurso apocalíptico. No se puede poner en cuestión el apocalipsis climático, el apocalipsis poblacional, el apocalípsis alimentario. Si la izquierda va gestionando mal las crisis que se van produciendo pues casi mejor para la izquierda. Cuando peor vayan las cosas más se retroalimenta el discurso apocalíptico. Lo bueno para la izquierda, como decíamos, es que cuando gestiona según sus parámetros no se puede equivocar y hacer bien las cosas. Su recetario nos conduce al desastre y a la vez necesita el desastre para vender su mercancía. Nada de qué preocuparse. Todo correcto. Y efectivamente, en este contexto de cuanto peor mejor, Pedro Sánchez puede ser un líder mundial y un referente absoluto de la izquierda global. Nadie puede hacerlo peor. Nadie va a ser más ecosostenible que el pobre español.

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Un comentario

  1. No cabe la menor duda de que acabando con los pobres acaban con la pobreza.
    Mi problema es que no estoy de acuerdo porque es el mejor camino para hacernos a todos pobres…
    Austeridad, sí; pero la justa, porque lo siguiente no es la pobreza, sino la miseria.

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