La Peña Mutilzarra, que además celebra su 30 aniversario, retoma con ganas triplicadas si cabe el regreso a la vieja normalidad sanferminera, lo que parece tener un cierto reflejo en su pancarta, más cañera que nunca. Todavía no conocemos las pancartas de la inefable Federación de Peñas, pero ikurriña arriba o preso abajo ya sabemos lo que podemos esperarnos. No nos cabe duda de que ninguna va a ser más cañera y alternativa que la de la Peña Mutilzarra.
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No se crean que exageramos con lo de cañera. Para empezar banderas a media hasta por todas las personas fallecidas por el COVID, pero -aclara la peña, también por todas las personas fallecidas indirectamente por las listas de espera, los confinamientos, etc. Cuando hablamos de banderas, además, hablamos de la bandera de España, la de Navarra, la de Pamplona y la de la UE. A ver cuántas más banderas de España vemos en una pancarta.
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Otro elemento significativo es la presencia de San Fermín en la pancarta, que parecería lo normal, casi lo obligado, pero que no obstante en los últimos tiempos sutilmente se va arrinconando. De los 10 carteles finalistas anunciadores de los Sanfermines, por ejemplo, en sólo uno aparecía la imagen del santo. La presencia del santo implica por tanto ahora mismo un cierto grado de provocación, aunque sea de la buena, lo malo es que lo normal se vaya convirtiendo en una cosa inesperada y llamativa, o como queramos llamar al bajo astral del concepto provocación.
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Caña es también lo que reparte la Peña Mutilzarra al brindarle un ongi etorri en la pancarta al Angel de Aralar. Por un lado se le disputa al sector abertzale el monopolio del vascuence, lo cual sin duda es otra osadía y tamaña provocación. Por supuesto este recibimiento significa una abierta crítica al gobierno foral que cerró las puertas del Palacio de Navarra al Angel de Aralar en un acto gratuitamente sectario, anticristiano y discriminatorio, rompiendo además una larga y entrañable tradición.
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Por si todo esto no fuera poco, la Peña Mutilzarra ha tenido el descaro de incluir en la pancarta un logotipo tachado de la Agenda 2030, esa especie de dictadura global en la que, después de que nos lo quiten todo, desde el patrimonio a las tradiciones pasando por el género, seremos felices comiendo gusanos y rumiando el pensamiento único incuestionable del progresismo mundial. Volveríamos a decir que un logo tachado de la Agenda 2030 es algo que no vamos a ver en ninguna otra pancarta, pero es que es algo más, como un raro diamante, algo que no vamos a ver prácticamente nunca en ningún otro lado.
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Por todo lo anterior no cabe sino concluir que el calificativo de cañera es apropiado este año para la Peña Mutilzarra. Ser cañeros, por supuesto, tiene sus riesgos; no el de ser aburridos pero sí el de poder recibir críticas de algunos propios y por supuesto de los extraños. Sin duda habrá gente, seguramente más de la que creemos, que agradezca una pancarta llena de osadía, pero nadie recibe premios del sistema por meter los dedos en las llagas del sistema. Así que además de hablar de una pancarta cañera y disruptiva hay que hablar de una pancarta valiente. Y lo valiente gusta o no gusta, pero no deja indiferente.
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