La Ley de Restauración de la Naturaleza, el próximo desastre rojiverde que nos acecha

No es que las cosas que suceden en cada comunidad autónoma o en el conjunto de España no sean importantes. Lo son. Más aún con este gobierno ahora en funciones que durante cada día de esta legislatura nos ha sobresaltado con seis o siete decisiones escandalosas, desde rebajar masivamente las penas a los violadores a indultar a sus socios de gobierno golpistas y malversadores, pasando por cerrar arbitrariamente el Congreso en medio de unos estados de alarma absolutamente ilegales. Los seis o siete escándalos de un día tapaban los seis o siete escándalos del día anterior. Decisiones que cada una de ellas debían haber hecho caer un gobierno pasaban impunemente por saturación. No podíamos dar abasto ante tanto escándalo a la vez. Como para encima intentar estar atentos y seguir al día los escándalos provenientes del exterior.

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Es por ello que a menudo resulta complicado tratar de concienciar a los españoles de las enormes amenazas que nos acechan desde el Foro Económico Mundial (el Foro de Davos), su Agenda 2030 y las burocracias globalistas a través de las cuales estos poderes fácticos legislan sin apenas control democrático a escala mundial. El problema es que aunque no miremos lo que hacen y estemos distraídos con nuestros asuntos nacionales, sin duda también muy graves, cada día se toman desde estas instancias supranacionales decisiones que comprometen nuestro futuro a escala nacional y particular. De hecho cuanto menos miremos y más andemos distraídos con otras cosas más fácil les resulta a estos legisladores en la sombra su labor. Irónicamente, el grave problema nacional en el que ahora estamos centrados es muchas veces el resultado de una previa decisión exterior a la que nunca prestamos la debida atención.

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Muy expresivo de todo lo anterior es la llamada Ley de Restauración de la Naturaleza, aprobada por el politburó bruseliano al servicio de Davos, en virtud de la cual pueden acabar expropiadas y convertidas en zonas improductivas un cuarto de las tierras agrícolas en España.

Existen precedentes bastante dramáticos de este tipo de políticas, el más conspicuo de los cuales seguramente es el Holodomor estalinista en Ucrania, una colectivización de las tierras que generó una hambruna que mató a millones de personas.

Tengámoslo claro, un recetario catastrófico lleva a la catástrofe porque su naturaleza es catastrófica y sus principios están equivocados. A veces tendemos a pensar que tal o cual o medida catastrófica no tendrá resultados catastróficos porque viene de la UE, como si el resultado dependiera del que toma las medidas y no de la naturaleza de las medidas. Sin ir más lejos, expropiar las zonas agrícolas o restaurar la naturaleza dejando de explotarla no puede conducir sino a una reducción de la producción, a la escasez alimentaria y a la subida de los precios, salvo que sustituyamos nuestra producción propia por importaciones masivas de menor calidad y menores controles sanitarios provenientes de países como Marruecos. Eso si tenemos suerte, porque otra alternativa al degrowth y la escasez es que no tengamos comida.

Cuando nos dicen que el futuro es la dieta de gusanos no es por lo ricos que nos van a parecer los gusanos sino porque no habrá otra cosa, o no a precios asequibles. Comeremos gusanos porque no serán optativos. Nos conducen hacia un futuro escrito por una élite globalista en el que cada vez menos cosas serán optativas. No lo vemos porque estamos ahora mismo muy ocupados con las primeras catástrofes provocadas por los resultados de las decisiones de esa élite globalista que ya hemos ido adoptando, en el plano energético y económico por ejemplo.

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