La izquierda no respeta lo público

La penúltima polémica que se está viviendo en Madrid, pero que hemos visto ya en muchas otras comunidades, es la orden de Ayuso de retirar de los centros públicos sanitarios toda la propaganda izquierdista, los carteles con consignas políticas y los llamamientos a la huelga. Un botón como muestra de la cartelería propagandística con la que la izquierda está empapelando los centros públicos sanitarios madrileños.

Podría pensarse que es un asunto sólo relativo a la Sanidad, pero lo cierto es que lo mismo pasa en el ámbito educativo. La izquierda, por ejemplo, igual que el nacionalismo se ha apropiado de ciertos centros universitarios públicos en los que nadie puede entrar a pronunciar un discurso, no digamos a recibir una distinción, si no obtiene el beneplácito de la izquierda. Ese beneplácito sólo se concede a las personas de izquierda y, caso de no concederse, lo que se produce es un violento altercado y un boicot a la celebración de ese acto. Podríamos poner el caso del escrache a Ayuso al ser investida honoris causa en la Complutense, mientras Zapatero recibía la misma distinción poco después en León sin siquiera la interrupción una tos, pero un incidente posterior con la embajadora de Israel, en el que un escolta tuvo hasta que esgrimir su pistola para defenderla, añade novedad y dramatismo a la descripción de la situación. Naturalmente la izquierda que genera una situación extrema y obliga al escolta a sacar el arma en defensa de la embajadora es la misma que, al mejor estilo batasuno, después se victimiza denunciando haber sido encañonada con una pistola. La izquierda que tanto denuncia la privatización de lo público hace mucho que se viene apropiando por la cara y por la violencia de los espacios públicos. El propio Pablo Iglesias, siempre opresor de las libertades ajenas, se dio a conocer antes de su paso a la política por boicotear una conferencia en la Complutense de Rosa Díaz. No hablamos de hechos puntuales ni de Madrid. La izquierda se apropia por la fuerza de los espacios públicos cuando y donde se le antoja. Y por supuesto donde y cuando se le deja.

La clave de todo es aclarar la naturaleza de los espacios y los servicios públicos. Puesto que son de todos y pagados por todos, ninguna ideología puede apropiárselos. La izquierda no puede convertir las paredes de los hospitales o las facultades universitarias en su tablón de anuncios particular. Un militante de izquierdas no tiene más derecho a clavar un cartel con propaganda de la izquierda en un hospital público que el que tiene un militante de derechas a ir a casa del militante de izquierdas a clavarle un cartel en el vestíbulo. Cuidar y respetar lo público es en primer lugar cuidar y respetar a los usuarios de lo público, en segundo lugar cuidar y respetar a todas las personas, usuarias de lo público o no, incluyendo las que no son de izquierdas, que también son dueñas de lo público y lo financian con sus impuestos, y en tercer lugar cuidar y respetar en los propios lugares públicos los inmuebles, los materiales y el paisaje visual. Un activista de izquierdas tiene todo el derecho del mundo a crear un blog que no lea nadie, o una cuenta de Twitter en la que volcar su bilis y sus fobias, pero no a volcar sus fobias y su bilis en el mobiliario de un espacio público y común. Mucho menos a tratarlo como si fuera un espacio propio, adueñándose de él, excluyendo a otros, ensuciándolo, vandalizándolo y convirtiéndolo en un cortijo ideológico particular pagado por los demás.

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