Tenemos un problema con la izquierda y es que no quiere limpiar los ríos. Es curioso, porque limpiar los ríos es algo que debe hacerse siempre, pero más cuanto más se insista en la idea de un cambio climático antropogénico y apocalíptico. O sea, ya con las riadas de toda la vida es imprescindible la limpieza de los cauces, si el discurso es que por el cambio climático todavía va a haber más riadas entonces la izquierda debería ser la más empeñada en la limpieza de los ríos o en la construcción de obras hidraúlicas. ¿Cómo convencemos entonces a un progre de que hay que limpiar los ríos?
Evidentemente los datos y las consideraciones racionales no sirven para convencer a un eco-activista de la izquierda woke de que hay que limpiar los cauces. Hay que meterse por tanto en su propia narrativa y construir un relato que pueda ser asumido desde sus prejuicios. Desde este punto de vista está claro que la naturaleza de los ríos es femenina. El cauce es como una gran vagina y la simbología fálica de los troncos arrastrados por la riada resultan innegables. Casi podríamos decir que la llegada de una riada encabezada por una marea de troncos es un auténtica violación. Consideradas así las cosas, la eliminación y retirada de todos los troncos, cañizos y otros elementos heteropatriarcales tendría que ser considerada como una feminización del cauce a la que sólo un retrógrado fascista, negacionista y ecocida podría oponerse.
Naturalmente está todo el resto de la gente que necesita consideraciones más racionales para entender la necesidad de limpiar los cauces. Para esta pobre gente sin embargo basta obsevar la singularidad de la climatología y orografía del Levante español que provoca que los cauces de los ríos se encuentren secos o lleven una cantidad muy pequeña de agua durante la mayor parte del tiempo. En todo ese tiempo en el cauce crecen la maleza y los cañizos, o se acumula el lodo reduciendo la capacidad del cauce. El problema es que cuando llueve lo hace torrencialmente y arastra todo ese material que no se ha limpiado.
¿Cuál es el problema? Por un lado toda la maleza, las cañas y los troncos que no se han limpiado, cuando llega una riada son arrastrados de golpe en la punta de la avenida. Por consiguiente, la avenida no sólo lleva agua sino una enorme cantidad de materiales sólidos en cabeza. Todos esos materiales forman un tapón o una presa en cuanto se encuentran algún obstáculo. Al formarse una presa, el agua deja de fluir por el cauce y se desborda por los lados inundándolo todo.
Por otro lado, los cauces podríamos decir que son algo así como las arterias en un cuerpo humano y la maleza, la basura o los troncos son como el colesterol. Al igual que las placas de colesterol o la grasa que se pegan a las paredes de las arterias produciendo arterioesclerosis, reduciendo y estrechando el espacio por el que tiene que fluir la sangre , pudiendo provocar un tapón o un aumento de la tensión, los cauces de los ríos se estrechan con toda la masa vegetal que se va acumulando y que no se limpia. El infarto hidrológico por no mantener bajo el colesterol es una inundación. ¿Puede sólo la limpieza de los cauces evitar todos los efectos de una riada por grande que sea? Obviamente no, pero siempre mejorará la situación.
Tenemos por tanto razonamientos para todos los gustos, desde los más chiflados a los más sesudos y técnicos, pero recurramos a unos u otros resulta evidente la necesidad de limpiar los ríos. Si lo progresista es inundarse, que se lo explique después la izquierda a los afectados.