Guerra foral zombie

La economía navarra es un zombie. Lo mejor que podemos decir al respecto es que no nos hundimos, de momento. El problema es que si con viento a favor no crecemos, ¿qué pasará cuando cambien los vientos? Y si algo sabemos con certeza es que la economía es cíclica y que cambian los vientos. ¿Qué bases estamos sentando para, cuando cambien los vientos, no sufrir un desplome catastrófico? ¿Y qué bases estamos sentando para, después de la próxima crisis, poder recuperar los niveles previos y volver a la senda del crecimiento? ¿No nos dice nada el no haber podido volver aún a las cifras de empleo anteriores a hace dos crisis? ¿Qué pasará cuando llegue la próxima crisis?

El análisis que recientemente ha publicado Institución Futuro sobre las cifras del empleo en Navarra debería llevarnos a la reflexión y la preocupación a partes iguales. Si no apreciamos el problema es que nos negamos a verlo. Efectivamente, tenemos más ocupados, básicamente porque tenemos más población, pero el mercado laboral está muerto. La palabra que nos retrata es estancamiento.

Todo es además mucho peor de lo que parece si apartamos la capa de maquillaje que encubre los datos oficiales de paro. Los nuevos contratos fijos-discontinuos no le sirven a la gente para vivir mejor, pero le sirven al gobierno para dejar de computar como paradas a personas que no están trabajando durante todo el tiempo que no están trabajando. Esto es lo que nos encontramos debajo al levantar el velo del maquillaje oficial. Entre parados y fijos discontinuos las cifras reales son peores que en 2018. Navarra está paralizada. El motor está gripado. El gobierno cuatripartito de Chivite es un palo en la rueda del crecimiento real. La Comunidad Foral tiene el freno de mano puesto y poco se puede hacer mientras no se produzca un cambio en la política económica y fiscal.

Las horas trabajadas son el remate al problema que reflejan todos estos indicadores. Hay más población y más ocupación, pero las horas trabajadas son menos que en 2008, cuando había casi 2,5 millones menos de españoles. Esto quiere decir que con más ocupación (tampoco mucha más ocupación, sólo un poco más de ocupación) se trabaja menos. Está más repartido, pero hay el mismo o menos trabajo que en 2008. Todo esto en un contexto internacional de crecimiento, recibiendo fondos europeos en cantidades abrumadoras, y con un gasto público, un déficit y una deuda disparados. ¿Qué pasara cuando cambien los vientos y se corten los grifos? No hace falta ser un visionario como Elon Musk para verlo.

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