Hoy se cumple un nuevo aniversario del asesinato de Federico García Lorca. Como era de prever, la izquierda recuerda profusamente esta fecha. Para la izquierda no se trata solamente de recordar, puesto que sólo recuerda los crímenes de un lado, sino de mantener para siempre abierta la herida de la Guerra Civil, de mantener el reloj parado en 1936 y de colgar la etiqueta de asesinos de Lorca a todos los que no piensan como ella.
En realidad resulta bastante llamativo ver cómo a fecha de hoy, mientras la derecha condena todos los crímenes de la Guerra Civil, la izquierda sólo condena los crímenes de la derecha. Por lo que respecta a las víctimas de la represión guerracivilista, sólo se recuerda a las víctimas de la represión franquista. O sea, la izquierda sólo recuerda a las víctimas de izquierdas y los crímenes padecidos por los izquierdistas los reprueba todo el mundo. La izquierda nunca recuerda a las víctimas de derechas y la derecha tampoco se acuerda mucho de ellas.
Puesto que las víctimas de la represión izquierdista no computan, casi nadie recordará dentro de unos días el asesinato del arquitecto vasco José Manuel Aizpurúa, coautor del edificio del Club Náutico de San Sebastián. Aizpurúa. Como Lorca, también era homosexual, pero como a él lo asesinó la izquierda no hay nada que recordar, no sea que alguien piense que la izquierda te perdona que seas homosexual sólo siempre que pienses lo que te ordena.
Pero hay más. Nadie de los que se acuerdan tanto de Lorca se acuerdan en cambio de Muñoz Seca. La etiqueta de asesinar gente por sus ideas, por intelectual o por homosexual sólo se le puede aplicar a la derecha, por lo menos si tapas la mitad de la historia. Tampoco por esto se recordará dentro de unas semanas el asesinato del navarro Víctor Pradera. Se rememoran ciertos crímenes de forma tan sistemática como se borran otros, a eso quieren que le llamemos “memoria histórica”.
Finalmente, otra derivada del asunto es el dudoso carácter democrático de alguno de los represalidados por el franquismo. Una cosa es ser represaliado por el franquismo y otra ser necesariamente por ello un defensor de la libertad.