En la Segunda República estaba prohibido por ley ser monárquico

Hablábamos ayer del simulacro de referéndum republicano que tuvo lugar en toda España, en el que por supuesto no existió la más mínima garantía respecto a los resultados por lo demás bastante modestos. 80.000 votos en una consulta en toda España en la que cada uno podía votar 10 veces no parece ser el reflejo de una mayoría social abrumadora. De hecho, como también decíamos, si creen en la existencia de semejante mayoría que convoquen una consulta de verdad. Ellos son los que ahora están el gobierno. Pueden hacerlo. Pero más allá de todas estas reflexiones, arrojamos un dato histórico que por supuesto jamás se menciona a la hora de hablar de memoria histórica y que posiblemente a algún lector no le pasara ayer desapercibido. Nos referimos al hecho de que en la Segunda República, ese régimen tan democrático, no era legal ser monárquico.

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Efectivamente, el artículo 1.6 de la Ley de Defensa de la República, de octubre de 1931, establecía como supuestos de “agresión a la República”, pasando a estar prohibidos, actos como la “apología del régimen monárquico o de las personas en que se pretenda vincular su representación y el uso de emblemas, insignias o distintivos alusivos a uno u otras”.

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Es decir, en la Segunda República quedaban fuera de la ley los partidos republicanos, no era legal defender un régimen monárquico o pretender el restablecimiento de la monarquía, ni defender al rey o a sus defensores, ni usar banderas, insignias o símbolos que no fueran los republicanos. Obviamente ahora en España, en este régimen de monarquía constitucional, sí se puede defender el republicanismo, se puede pretender la instauración de una república, se pueden usar símbolos republicanos y se puede quemar la foto del rey o se pueden celebrar simulacros de referendos republicanos. Resulta llamativo por tanto que haya quienes presenten a la Segunda República como un espejo de la libertad o que consideren que la Segunda República era más avanzada que, con todos sus defectos, la monarquía actual. Al menos la monarquía actual se puede cambiar dentro de la ley, la Segunda República no. La bandera republicana, por tanto, es el símbolo de un retroceso en la libertad.

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Abundando en esta idea del mito de la Segunda República como un modelo de libertad, y sin entrar en las quemas de iglesias, la censura, los cierres de periódicos, el golpismo, los autoindultos al golpismo, la violencia política y la impunidad de esa violencia cuando se practicaba contra la derecha o la Iglesia, otro dato escasamente conocido y poco divulgado, por no decir ocultado, es que ni la Segunda República ni su Constitución jamás se votaron directamente por el pueblo. No hubo un referéndum para aprobar ni la una ni la otra. Interesa recordar esto porque muchas personas salen a la calle con banderas de la Segunda República (no son banderas republicanas sino de la Segunda República, la Primera República conservó la rojigualda) reprochando al régimen actual no que no se fundamente en un referéndum, o que el régimen aprobado no permita su modificación dentro de la ley, sino que hace mucho tiempo de aquel referéndum. Pues bien, ni para establecer la Segunda República ni para aprobar su Constitución (la de 1931) hubo nunca ningún referéndum.

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Desde luego se puede discutir la Constitución del 78, el régimen que diseña, los problemas que ha dado, las alternativas que podían haber existido o las modificaciones que se podrían hacer ahora, pero el hecho es que la Segunda República no fue directamente votada por el pueblo, que tampoco lo fue la Constitución del 31, y que encima en la Segunda República ser monárquico y ostentar símbolos monárquicos estaba prohibido. Hay monarquías que se caracterizan por el régimen de libertad sobre el que se sustentan y repúblicas que, por el contrario, se caracterizan por su falta de libertad. La Segunda República era una de ellas. Criticar a la monarquía en general, o tal jefe del estado o tal otro en particular, es absolutamente legítimo, así como querer siempre la máxima libertad. Lo que resulta un tanto llamativo es criticar no ya la monarquía actual, sino la monarquía como concepto, a la vez que se muestra devoción por repúblicas como la Segunda República, Cuba, Venezuela, la URSS o la República Vasca Socialista Independiente de la ETA. Está claro que quienes defienden todos esos modelos no quieren una república para que la gente viva mejor ni tenga más libertad.

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