El Sentido de la birra de Irene Montero

¿En manos de quiénes estamos? Esta es la inquietante pregunta diaria a la que el sanchismo nos ha acostumbrado. Por un lado gente que odia a España y quiere desmenbrarla, pese a lo cual es la que tiene el control del timón de España, y por otro gente carente de la más mínima preparación para ocupar los cargos que va ocupando, decida cada cual si con “c” o con “k”. No es que vayamos a descubrir ahora las carencias de Irene Montero, pero es que las limitaciones de esta mujer la desbordan incluso en una entrevista en territorio relativamente amigo (el canal de El sentido de la birra), haciendo patente lo que resulta imposible ocultar.

Al menos en otros tiempos más felices en España para la Educación, un profesor inmediatamente corregía a un alumno cuando para definir algo empezaba por aludir a una circunstancia. Si un estudiante empezaba definir un coche como “es cuando…”, o una jirafa como “es cuando…”, inmediatamente era advertido de la proximidad del suspenso. Irene Montero sin embargo nunca debe haberse encontrado en su itinerario escolar frente a esta sana reconvención, por lo que en la entrevista, como por otro lado ya ha hecho en otras ocasiones, define qué es ser mujer respondiendo que es cuando alguien se encuentra en una posición de discriminación y desigualdad.

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Lamentablemente para Montero en esta ocasión hasta el entrevistador le sale respondón y le replica que en tal caso ella no encaja en su propia definición de mujer. Es lo que tiene intentar definir algo en función de una circunstancia, usando ese “cuando” engañador. Cuando una mujer no está discriminada, según la definición de doña Irene, deja de ser una mujer. La igualación de mujeres y hombres equivaldría a la desaparición de la mujer. Cualquiera que se encuentre discriminado o esté en una situación de desigualdad es una mujer. Cualquiera que no se encuentre en esa situación es un hombre. Un hombre discriminado es una mujer. Un mujer es en realidad un hombre discriminado… las posibilidades de reducir al absurdo las palabras de Irene Montero no tienen fin.

Montero también trató de refutar la idea de que en el pasado, más que una discriminación a la mujer,  lo que existía más bien era un reparto bastante racional de funciones acorde con la biología y las circunstancias de cada época. De este modo, por ejemplo, las mujeres se quedaban en su casa cuidando de los niños o los mayores librándose de tener que ir a la guerra, y cada dos por tres la humanidad en el pasado estaba metida en todo tipo de guerras internas y externas. De hecho, si a usted le dijeran que tenía que vivir en el pasado, ¿seguro que elegiría ser un hombre? ¿Tan clara está la elección? Pocas son las generaciones de nuestros antepasados masculinos que, aparte de sus trabajos habituales para mantener el hogar, no tuvieron que ir a una guerra, a veces durante años, de la que podían no volver, o volver mutilados, y en todo caso viviendo en una trinchera, en el barro, sin agua, sin calefacción, sin baño, temiendo todo el rato ser asesinados, no pudiendo dormir por el sonido de las bombas y los disparos y en general en condiciones mucho más penosas que las de las mujeres que les esperaban en casa con los niños.

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Irene Montero apela a que esas mujeres podían ser violadas o rapadas, pero precisamente para que eso no pasara se jugaban los hombres la vida protegiéndolas y afrontaban todas esas penosas circunstancias. Por otro lado no todas las mujeres que no iban a la guerra eran violadas y rapadas. Desde luego no lo eran las del bando vencedor. Y las mujeres estadounidenses o británicas no fueron violadas ni rapadas mientras los hombres luchaban en El Alamein o en Bastogne. Las estadounidenses ni siquiera fueron bombardeadas en su territorio. La mortalidad masculina en las guerras a lo largo de la historia es una evidencia incuestionable, pero también lo es incluso a fecha de hoy la brecha en la siniestralidad laboral. De las 711 personas fallecidas en 2022 por accidente laboral en España, 666 fueron hombres frente a 45 mujeres. De esto no se habla, como del género de los suicidios, pero la mortalidad masculina en este campo es 13 veces superior. De todos modos la solución a todos estos problemas en realidad sería muy sencilla, al menos según el discurso de género de Irene Montero. Bastaría por ejemplo con que todos los trabajadores se sintieran y autopercibieran mujeres para reducir 13 veces su siniestralidad.

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Volviendo al principio, la pregunta preocupante es en manos de quiénes estamos. Seguramente siempre han existido minorías con ideas delirantes y sexoplanistas sobre la naturaleza de la realidad, pero no han estado dirigiendo el país. No se les han entregado ministerios con poderes plenitpotenciarios. No ha sido este tipo de gentes las encargadas de tutelar a los demás. En el caso de Irene Montero el destrozo más evidente, como consecuencia de colocar al frente de un ministerio a una persona carente de la mínima formación exigible, ha sido la lluvia de beneficios penitenciarios sobre los agresores sexuales encarcelados que ha llevado a muchos a volver a las calles de manera inmediata o anticipada. Curiosamente hace mucho que han dejado de ofrecerse datos sobre el número de agresores sexuales beneficios por las extravangacias filosóficas y legislativas del PSOE y sus socios. Eso sí, sólo falta que nos intenten vender a Irene Montero como una mártir, cuando es la población española, particularmente las mujeres, las que como consecuencia de la irracionalidad de sus ideas van a tener que sufrir las consecuencias durante años. E Irene Montero es sólo un ejemplo. Tenemos un gobierno plagado de este tipo de ejemplos. Igual que en el caso de la suelta de violadores, las consecuencias en cada campo de la realidad que esta gente toca sea la justicia, la economía, la educación o la seguridad, las vamos a pagar con un destrozo monumental. Lo malo es que si el pasaje del Titanic hubiera sido el electorado español lo mismo después del naufragio los supervivientes le hubieran erigido una estatua al capitán.

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