Un grupo de navarros han presentado en Pamplona una Iniciativa Legislativa Popular (ILP) para conservar el Monumento a los Caídos en Pamplona, o Monumento de Navarra a sus Muertos, declarándolo bien de interés cultural (BIC). Esta iniciativa nace como respuesta a la iniciativa del Ayuntamiento de Pamplona controlado por Bildu para resignificar e incluso destruir una parte de la fisionomía del edificio, el cual sirve de recuerdo a los 4.500 navarros muertos en la Guerra Civil luchando en el frente por el bando nacional. Cabe señalar que el proyecto del edificio corrió a cargo de los reputados arquitectos navarros Víctor Eusa y José Yárnoz Larrosa, los cuales tomaron como inspiración el Mausoleo paleocristiano de Santa Constanza, originario del siglo IV. En 1986, la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando emitió un informe animando al Ayuntamiento de Pamplona a preservar y mantener el edificio, en 2002 el Ayuntamiento de Pamplona lo catalogó como Patrimonio Histórico-Artístico con protección Nivel 2, el asignado a los bienes inmuebles con especial valor arquitectónico, y ese mismo año el Gobierno de Navarra calificó el monumento como Patrimonio Cultural. Como se señalaba también en un artículo publicado por este confidencial, en el interior del Monumento no se pueden encontrar yugos, flechas, ni águilas de San Juan, tampoco a Primo de Rivera encabezando la lista de los casi 4500 nombres de los caídos en combate, cosa que sí sucede en los monumentos y memoriales que proliferaron en otras comunidades. Esto se hizo así de manera deliberada porque aquella sociedad navarra no se identificaba con la Falange ni con el franquismo, ya que Franco y Falange no conformaban el todo del bando nacional sino sólo una parte, al menos durante la Guerra. Se necesitan ahora 5.000 firmas para sacar adelante la Iniciativa Legislativa Popular que al menos obligue a abrir un debate político sobre este edificio y su protección.
Con el carácter añadido de tratarse de una guerra civil, este monumento icónico de Pamplona abre un debate recurrente sobre el revisionismo histórico y el empeño de conservar o destruir selectivamente el pasado para ajustarlo al discurso políticamente correcto del presente. Si cada facción en el poder en un momento dado elimina todo vestigio pasado no coincidente con su visión de la historia y su ideología, al cabo de un tiempo no quedaría ni un resto histórico en pie en todo el mundo.
Tomemos por ejemplo el caso del Arco del Triunfo en París. Esta obra emblemática y característica de la capital francesa es un monumento construido por orden de Napoleón Bonaparte para conmemorar su victoria en la batalla de Austerlitz. O sea, que el Arco del Triunfo es un monumento erigido por tirano un imperialista a su propia megalomanía sobre la sangre de 15.000 rusos y austriacos. Raro será sin embargo el turista austriaco o ruso que no se haga una foto en el Arco del Triunfo, ni tampoco la presencia de este monumento en París genera un conflicto diplomático entre Francia, Austria y Rusia. El Arco del Triunfo es simplemente uno más de los casos que, desde las pirámides de Egipto hasta El Escorial, pasando por el Kremlin, no pasarían el libro políticamente correcto de la inquisición revisionista. Si nos cargamos todos los monumentos encargados por líderes no democráticos, no pacifistas, no feministas, o no vegetarianos, no quedaría un monumento histórico en el mundo. El Monumento a los Caídos de Pamplona no es además una obra a mayor gloria de Franco, como una estatua del Caudillo, sino un monumento funerario a los muertos en combate del bando nacional, con descendientes en todos los partidos y facciones actuales, en una guerra fratricida en el que ninguno de los dos bandos superaría una prueba de pureza democrática. Es dejar en paz a los muertos del vecino y no lo contrario lo que parece una norma básica de convivencia, respeto y civilización.