Iñaki Iriarte, al hilo de la publicación del estudio de Soziolinguistika Klusterra sobre el uso del euskera, reflexiona en un artículo (“El uso y el futuro del euskara”) sobre alguno de los extremos y resultados de ese estudio, muy negativo sobre el uso real entre la población de esta lengua.
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Algunos de los datos del estudio que llaman la atención de Iriarte en el artículo son que, por ejemplo, en Navarra en 2021 sólo el 5,9% de las conversaciones en la calle son en euskera. En 1993 eran el 7,5%.
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Entre los menores de 14 años, el uso en 2021 fue del 8,9% frente al 10,6% de 1993.
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Entre los jóvenes de entre 15 y 24 años, el uso ha caído del 7,1% en 1993 al 4,8%, que además es un uso menor al de la media y eso que el conocimiento del euskera entre los jóvenes es siempre la gran esperanza del nacionalismo, lo que nos lleva al siguiente punto subrayado por Iriarte.
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En 1991 el porcentaje de jóvenes que conocían el euskera era del 10% frente al 25% actual, lo que significa que el uso real del euskera ha caído desde los 90 entre la juventud pese a duplicarse la población que conoce la lengua.
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La radiografía del estudio de Soziolinguistika Klusterra, que el gobierno vasco encarga e Iriarte se limita a señalar, puede resultar devastadora para el uso del euskera en general, pero particularmente para toda la política lingüística de los últimos años en Navarra y la CAV, no digamos para su coste. Se aprende euskera para sacar una oposición, no hablarlo en la vida real.
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La pregunta evidente es para qué seguir gastando dinero en promover el euskera, cuando los datos evidencian que se trata de un gasto lingüístico absolutamente improductivo. Hablamos de cientos o miles de millones absolutamente dilapidados. Tres décadas de política lingüística y de gasto lingüístico seguramente sólo han servido para que determinadas personas, casi todas ellas ligadas al ámbito nacionalista, se hayan embolsado todos esos cientos o miles de millones de euros, o para que de este modo los partidos nacionalistas hayan generado a cuenta de la promoción del euskera y el gasto lingüístico grandes bolsas de voto cautivo, pero para lo que no ha servido todo ese gasto a la vista de los resultados es para promover el uso del euskera, que es al final lo que supuestamente justificaba ese gasto.
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Desde luego cualquiera que presentara la iniciativa de acabar con todo el gasto público dedicado a la promoción del euskera tendría de su parte la evidencia de los números. Porque no sólo es que durante décadas se hayan gastado enormes sumas de dinero para nada, es que ese dinero se ha dejado de gastar en otras cosas que sí hubieran sido necesarias o en las que sí hubiéramos visto resultados. En realidad los nacionalistas deberían ser los primeros en repensar el gasto lingüístico y la política lingüística porque deberían ser los primeros interesados en evaluar ese gasto y esa política a la luz de los resultados. Salvo que el euskera sólo fuera una excusa para premiar la ideología o para regar de dinero público durante décadas a ciertos colectivos.
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Lo que a estas alturas parece evidente es que si el gasto público fuera lingüísticamente neutral, no existiera una política lingüística y la única política lingüística fuera la libertad, nos habríamos ahorrado un montón de dinero, un montón de imposiciones, un montón de discriminaciones, un montón de pleitos, un montón de rechazo contra el vascuence, y los resultados no sólo en términos políticos sino lingüísticos, porque peores no podrían ser, probablemente serían iguales si no mejores. Probemos algo distinto (y más barato). Probemos la despolitización y la libertad.
Un comentario
Y no digamos el deterioro que supone que muchos profesionales de la administración Foral han adquirido su plaza por conocer el euskera en lugar de otros valores como tener una titulación más acorde a su puesto (grados, masters, etc.)
Eso sí, tenemos “la suerte y el orgullo” de que en la Administración Foral el sindicato más votado es LAB, por lo que estos trabajadores son los que mayoritariamente gestionan nuestros impuestos y atienden nuestras necesidades, solitudes y relaciones con nuestra administración.