La noticia es que España vio aumentada su población en 2022 en 598.634 personas. O mejor dicho, esto sólo es la parte menos interesante de la noticia, ya que la disección de los datos señala que de esos 598.634 nuevos españoles sólo 18.060 son de origen español mientras que 580.574 provienen del extranjero. Dicho de otro modo, el 96,98% de los nuevos españoles son de origen extranjero.
#ÚltimaHora 🔴 La población española aumenta en 18.060 personas y la extranjera en 580.574 https://t.co/VSqo08NmVI
— EL MUNDO (@elmundoes) December 13, 2023
El problema es evidente. España no puede mantener su población por el número de nacimientos. Nuestra población sólo puede mantenerse, no digamos aumentar, a causa de la inmigración. A su vez, la mayoría de los nacimientos en España corresponden a familias de origen inmigrante. El resultado es que entre los nuevos españoles que relevan a los viejos los españoles de origen español son sólo residuales.
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Frente a estas cifras no cabe sino preguntarse a qué tipo de fenómeno nos enfrentamos con nuestras cifras de inmigración y de natalidad. ¿Estamos ante una integración de la población inmigrante o ante una sustitución de la población nativa? ¿Cómo se van a integrar los inmigrantes en vez de sustituirnos si cada año el 97% de los nuevos españoles son de origen inmigrante?
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La situación todavía se complica más según el origen cultural de los inmigrantes. Si son inmigrantes de nuestra misma cultura, al menos no habrá una sustitución cultural, pero si son inmigrantes de otras culturas no sólo habrá una sustitución poblacional, sino también y sobre todo una sustitución cultural.
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La pregunta, como siempre, es en qué España futura queremos vivir. O qué España estamos diseñando para el futuro. No hacer nada o no preocuparse por nada también es, obviamente, una forma de sentar las bases de la futura España. Lo que está claro es que nos enfrentamos a una encrucijada histórica en la que tenemos que decidir o decidir no decidir cómo queremos ser. Lo que no se puede negar es que estamos cambiando. La cuestión es si pilotamos el cambio o simplemente dejamos hacer. O incluso, puesto que nos diluimos por momentos, ¿qué quieren hacer con España los que vienen aquí?
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