Pedro Sánchez no puede caer más bajo es una frase que nunca nos atreveríamos a pronunciar. En tan sólo unos días ha pasado del si necesitan ayuda que la pidan a si quieren ayuda que me apoyen los presupuestos. El presidente del gobierno ha convertido por tanto en rehenes a todas las víctimas de la riada en la Comunidad Valenciana. Seguramente se puede ser todavía mas abyecto, pero habría que ser Pedro Sánchez para conseguirlo y esperar a mañana para verlo.
El chantaje planteado por Pedro Sánchez llegó inmediatamente después del anuncio de un gran plan de ayudas que parece más pensado para salvar la cara del maltrecho gobierno que para ayudar a los valencianos. Es decir, claro que hacen falta ayudas masivas, pero es un anuncio que llega justo después de haber tenido que salir por piernas de la zona afectada y justo antes de plantearlo como un chantaje. A fin de cuentas hay 47 millones de personas no afectadas directamente por la riada. Seguramente el PSOE piensa que puede vivir dando por perdidos los votos de los 800.000 afectados directos y que falta mucho tiempo hasta 2027 para poder vender las bondades, pagas y cheques del gobierno sanchista de «progreso». Desde luego hay una razón para que Sánchez no tenga ningún interés en adelantar elecciones si puede evitarlo, y es que el escándalo del día siguiente tapa el escándalo del día anterior, pero no hay momento alguno en que se puedan convocar unas elecciones sin la sombra de algún tipo de escándalo de categoría superior.
El laberinto político de Sánchez con los Presupuestos no es sin embargo un asunto menor. Todos los socios sanchistas ven claramente la jugada. Si le aprueban los Presupuestos de 2025 a Sánchez, el presidente puede ya ir tirando de prórrogas hasta el final de la legislatura. Por el contrario, a los socios de Sánchez les interesa un presidente débil que les necesite para cada cosa todos los días. Es mucho más fácil chantajear a un presidente en el alambre, así que no le van a poner las cosas fáciles. O no le van a aprobar los Presupuestos, o le van a pedir a cambio contrapartidas apabullantes. Al mismo tiempo, con unos Presupuestos que ya vienen prorrogados de 2023, es probable que Sánchez esté empezando a sufrir presiones de la UE. Por eso Sánchez le plantea al PP este chantaje con las ayudas a los afectados por la riada. Es la desesperación la que le obliga a ser tan chusquero.
Por lo demás, Sánchez revela una vez más que sus actos nunca se pueden interpretar en clave de presidente sino de candidato. Sánchez no hace nunca nada en clave económica, social, sanitaria, educativa o energética, sino en clave política. Sánchez sólo hace las cosas pensando en si gana o si pierde popularidad, o en cómo atacar y desgastar al rival. Todos sus asesores, por lo menos a los que hace caso, no son asesores económicos o técnicos, sino asesores políticos. Toda la crisis de la riada es un buen ejemplo de ello.
El problema para Sánchez es que la gente le va calando y que es difícil hacer las cosas bien preocupándose sólo del beneficio político. O sea, al final el beneficio político tiene que ser el resultado de hacer las cosas bien, o la farsa no se puede mantener de forma indefinida. En este sentido se ha subrayado poco el hecho de que los propios socios de Sánchez le hayan acusado de no ayudar a la gente para “joder al PP”. Se trata de algo que quizá con la vorágine no hemos destacado de manera suficiente porque se trata de una acusación que llega desde su propio lado del muro y tiene un carácter prácticamente criminal.
Desde luego era previsible que Pedro Sánchez compareciera ante los medios anunciando una lluvia de millones sobre las víctimas de la riada por varios motivos. Primero porque naturalmente es lo que tiene que hacer. Segundo porque no tiene otra opción para tratar de recuperar un atisbo de popularidad. Y tercero porque Sánchez es un político que piensa que el relato genera la realidad. De hecho ayer ofreció un auténtico recital asegurando que él está bien, que todo está bien, que la crisis de la riada se ha getionado bien y que todo está saliendo fenomenal. Lo que nadie quizá se esperaba es que tomara como rehenes a los afectados por la catástrofe lo que da buena cuenta de su naturaleza narcisística y despiadada, pero al mismo tiempo también de su franca debilidad.