España avanza cada día hacia un escenario de más odio interno y más división. No vivimos seguramente un techo histórico en este sentido, pero avanzamos sin duda en la dirección equivocada por ese camino. Cada crisis, cada tragedia, cada suceso, incide en esta división y en este cainismo. Todo se interpreta en términos partidistas. Todo se usa para criminalizar al contrario. La disputa política trasciende las instituciones y envenena las relaciones sociales. ¿Y por qué está sucediendo esto ahora?
Pese a los tiempos relativistas que nos confunden, lo cierto es que no todas las ideas son iguales. De hecho, ni siquiera lo son para los propios relativistas. Ay de ti como no seas relativista. Ay de ti como te descuelgues levemente del discurso dominante. El discurso relativista debería ser relativamente relativista, pero se comporta según la mejor de las tradiciones absolutistas.
Así las cosas, hay ideas que unen e ideas que necesariamente dividen, y por supuesto hay ideas mejores que otras. Tomemos por ejemplo el cristianismo y el patriotismo. Una cosa buena del cristianismo es que predica el amor al prójimo, sólo por ser hermano, sólo por ser prójimo. Todos somos hermanos. Todos somos prójimo. Es verdad que algunas veces los cristianos no han seguido estas máximas, pero eso no es culpa del cristianismo. El caso es que el cristianismo predica incluso el amor al enemigo. Desde el punto de vista social esto constituye un pegamento importante, porque entonces tú puedes tener tus diferencias con tu prójimo o con tu hermano, pero tienes que amar a tu prójimo.
Algo parecido, desde otro punto de vista, podríamos decir del patriotismo. ¿Se puede ser patriota español y odiar a todos los españoles? ¿A cuantos españoles se puede odiar y seguir siendo no obstante patriota español? ¿A la mitad menos uno? ¿No exige en principio el patriotismo una cierta corriente de simpatía y de unidad con el resto de compatriotas? ¿O qué distingue si no al patriota del resto? Pensemos en el ejemplo del nacionalismo vasco y la ETA, con su extraña forma patriótica de luchar por el pueblo vasco o de amar al pueblo vasco poniendo en la diana a la mitad de los vascos. ¿Es eso patriotismo? ¿O patriotismo es apreciar a tus compatriotas pese a las ideas diversas? En un partido hay que ser iguales y pensar lo mismo pero en una patria no, lo que nos lleva al fondo de la cuestión.
El patriotismo o el cristianismo son realidades plurales. O bien porque en una patria no tiene que tener todo el mundo las mismas ideas, como en un partido, o bien porque lo que se predica es el amor al prójimo, por encima de las diferencias. Es decir, el patriotismo y el cristianismo son realidades que fomentan y propician la convivencia y la unión.
En un partido, por el contrario, todo el mundo tiene que tener las mismas ideas, como mucho con algún pequeño matiz. O sea, un partido es justamente eso, un grupo de personas con las mismas ideas persiguiendo un determinado proyecto ideológico. O es eso o es nada, como el PP, aunque como patriotas y cristianos todos queramos a la buena gente del PP.
¿Por qué estamos viviendo una época especialmente y crecientemente crispada? Pues quizá precisamente por esto. Porque si en una sociedad decaen visiones como la cristiana o la patriótica, que promueven el amor y la unidad sin exigir la uniformidad, lo que se imponen sin contrapesos son las visiones partidistas, en las que no sólo la sociedad se divide entre los que comparten el discurso partidista y los que no, sino que además hay que odiar o eliminar al que no comparte el discurso partidista porque, por un lado, es un obstáculo para los fines partidistas, y porque por otra parte han desaparecido los lazos comunes que nos unían o tejían redes de afecto como la patria o el amor al prójimo predicado por la religión. Estamos crispados porque las visiones que nos unen se encuentran en retroceso y por tanto, no casualmente, avanzan las visiones que nos abocan al enfrentamiento y la división. No todas las ideas son lo mismo ni nos conducen al mismo lugar. El lugar al que nos va conduciendo nuestra actual deriva como sociedad, ¿es un sitio al que queremos llegar?
Un comentario
Hay unos principios básicos que debían imperar en la política, como es la tolerancia mutua, el acuerdo de los partidos rivales a aceptarse como adversarios legítimos, y la contención, o la idea de que los políticos deben moderarse a la hora de desplegar sus prerrogativas institucionales. En mi opinión estos principios estuvieron ausentes esencialmente hasta 2014 en el País Vasco y Cataluña por la radicalización del separatismo. A partir de ese año y con la eclosión de Podemos se fue extendiendo por toda España, obviamente esta situación se traslada a la sociedad, y muy especialmente desde que Sánchez llegó al gobierno, su polarización extrema divide la sociedad, ignora a más de la mitad de los españoles y rompe la convivencia en muchos casos.