Hay que ser comprensivos con Alzórriz y en general con todos los socialistas. ¿Qué van a decir? ¿Van a decir que bailan al son que les marcan Otegui, Junqueras o Puigdemont? ¿Van a reconocer que mienten? ¿Van a asumir públicamente que sus principios son de plastilina o que están dispuestos a vender lo que sea a cambio de permanecer en el sillón? La alternativa es lo que ha hecho Alzórriz, defender no sólo sus cambios de opinión, sino hacer de la necesidad virtud y afirmar que no hay nada tan sano y maravilloso como cambiar de opinión. Y tiene razón. O la tendría, si fuera verdad que asistimos a un cambio de opinión y no a una sarta de mentiras y se asumieran las consecuencias de ese cambio de opinión.
“Cambiar de opinión es bueno cuando está argumentado y justificado”, dice Alzórriz. El problema es que los cambios de opinión del PSOE no los justifican los argumentos, sino los 7 votos de Puigdemont, los 7 votos de Junqueras o los 6 votos de Otegui. Si cambias de opinión por un precio eso no es cambiar de opinión, es venderla.
Si dices una cosa para ganar las elecciones, y la contraria el día después, eso es mentir a los electores y cometer un fraude democrático, no cambiar de opinión. De hecho ese cambio de opinión tendría que llevarte a repetir las elecciones para mantener tu legitimidad democrática. Si la gente te vota porque le has dicho que vas a hacer tal cosa, o porque le has dicho que no vas a hacerla, si cambias de opinión tú tienes que volver a refrendar en las urnas tu posición, para ver si tus votantes han cambiado a la vez que tú de opinión o si no ya no estás legitimado para repreentarlos.
Un cambio de opinión sincero, por otro lado, normalmente te perjudica. Te puede beneficiar alguna vez, pero si sólo cambias de opinión en tu beneficio eso no es cambiar de opinión honestamente, eso es ser un veleta.
De opinión además podríamos decir que se cambia personalmente, no en grupo. Cambiar todos de opinión a la vez que el líder cambia de opinión no es cambiar de opinión, es o que sólo piensa uno o sumisión. Puede ser interés, pero no convicción.
Naturalmente hay algo raro en cambiar de opinión sólo dentro de las opiniones de la misma orilla, entre quienes te mantienen en el poder. No puedes defender los cambios de opinión por un lado, asegurando que eso es hacer política y levantar un muro por otro.
Alzórriz asegura que hoy defiende una cosa y mañana la contraria con orgullo y convicción. Pero no porque cambie de opinión él, sino su partido. Alzórriz tiene las convicciones que le dice el partido que tiene que tener y defiende lo que el partido le dice que tiene que defender. Por eso los cambios de opinión de Alzórriz coinciden exactamente con los de Sánchez. Hay gente que se une a un partido porque defiende sus convicciones y hay gente como Alzórriz, a la que el partido le dicta las convicciones que tiene que defender.
Alzórriz no dice expresamente de sí mismo que es un lorito de repetición, pero es lo que inevitablemente se deduce de sus declaraciones. Para llegar a un acuerdo con Alzórriz o conseguir que Alzórriz cambie de opinión no tienes que hablar con Alzórriz sino con el jefe de Alzórriz. Si consigues que cambie de opinión el jefe de Alzórriz, Alzórriz cambiará de opinión junto con todos los demás socialistas a continuación. Pero eso sí, con mucho orgullo y convicción.