Todo es maravilloso en la UE. La Unión Europea es un marco democrático que garantiza la libertad. Si unos separatistas catalanes dan un golpe de estado, podemos contar con la ayuda de la UE y con que los golpistas no van a poder escapar de la justicia española refugiándose en Bélgica. Si Pedro Sánchez se volviera loco e implantara una dictadura estilo chavista, de la mano de Otegui y de sus socios chavistas, la UE nos defendería. Podemos sentirnos seguros. La UE y la libertad son lo mismo. Pero, ¿son lo mismo seguro?
Lo cierto es que en la UE están pasando cosas muy raras. Hace tiempo que se vienen promoviendo desde Bruselas todo tipo de iniciativas destinadas a socavar la libertad de expresión en el espacio comunitario. Las iniciativas liberticidas en este sentido que se adoptan en cada país no encuentran sanción alguna en la UE, sino respaldo absoluto. Naturalmente siempre que las medidas liberticidas vayan en el sentido de silenciar a quienes cuestionan los discursos davosianos del Foro Económico Mundial, la ideología de género y las Agendas no optativas que nos llevarán a la felicidad por medio del empobrecimiento obligatorio. Resulta que ser pobre es muy conveniente porque resulta de lo más sostenible. Y todo este tiempo la gente dando insensatamente la espalda al socialismo porque garantizaba miseria.
Para ser realistas, no es que la UE sea un organismo dotado de una democracia interna demasiado ejemplar. ¿Quién ha votado directamente a von der Leyen? ¿A qué elecciones y dónde se ha presentado como candidata von der Leyen? Con los socialistas y populares votando juntos sistemáticamente, ¿se diferencia mucho la UE en la práctica de un sistema de partido único? Sólo falta para dictadura absoluta que censuren a todo el mundo que se salga un poco de su discurso.
Lo de Rumanía sin embargo va un paso más lejos. Estamos normalizando decisones gravísimas. Primero el Tribunal Constitucional anula unas elecciones ante el temor de que las gane el candidato “equivocado”, supuestamente “pro ruso”. Lo que sucede es que “pro ruso” se está convirtiendo ahora mismo en una etiqueta como “fascista”, que le cae de inmediato a todo aquel que se sale del discurso para justificar su persecución, su cancelación o incluso su encarcelamiento. De todos modos, ¿y si fuera pro-ruso y la gente lo votara? ¿Ya no es libre ser pro-ruso o anti-ruso? ¿Podrá la gente votar lo que quiera, equivocarse y rectificar si es el caso?
Nos preocupan en este sentido los elogios vertidos por The Guardian sobre la figura de Pedro Sánchez. ¿Tendríamos que considerarlo como una intromisión extranjera sobre nuestras consideraciones electorales? Si gana Sánchez las elecciones, ¿debería anularlas Conde Pumpido como se ha hecho por lo mismo en Rumanía? ¿O a lo que estamos llegando es a esa famoso escenario en el que todo se divide sólo entre las cosas que es obligatorio pensarlas y las cosas que está prohibido pensarlas? ¿Es para eso para lo que está quedando la UE? Eso sí, al menos nosotros en la UE no mandamos a los candidatos que nos molestan un pastel de polonio. Por el momento.
