Agradecido tenía que estar el PSOE a la judicialización del «prusés» y a tener ahora unos presos con los que negociar

La hipocresía, la paradoja y la contradicción son aguas por las que el PSOE navega siempre en su elemento. No obstante, se está poniendo poco énfasis en la ironía que representa que los socialistas arremetan ahora contra la “judicialización” del proceso catalán y la falta de armonía que representa la existencia de políticos presos (que no de presos políticos).

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A nadie se le escapa que la amnistía de los presos del prusés es ahora mismo la gran baza de Pedro Sánchez para llegar a un acuerdo con el separatismo catalán. De hecho se trata de un debate que el PSOE ya ha abierto, ya ha lanzado a la opinión pública y, en su caso, casi podría decirse que ha pagado el precio en términos de popularidad que tuviera que pagar. O sea, el PSOE está perfectamente dispuesto a la amnistía o no se hubiera mojado ya tanto respecto a ella. Ahora mismo es probable que no ganara nada echándose para atrás en vez de seguir adelante con ella.

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En realidad, Pedro Sánchez ha salido bien parado en este debate al menos en términos internos de partido. Si alguien tenía esperanzas en ella, no ha habido ninguna ruptura. Fuera de las declaraciones de Felipe González, Guerra, Corcuera, Tomás Gómez o Leguina, irrelevantes ya en el PSOE, nadie ha movido una ceja internamente cuestionando los movimientos de Sánchez. El socialista bueno es un mito. Desde luego nadie en la bancada del PSOE se ha pasado al bando de Feijóo para evitar una legislatura secuestrada por Otegi y a golpes con Puigdemont.

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Volviendo sin embargo al principio, resulta llamativa la forma de rasgarse las vestiduras del PSOE con el asunto de los presos catalanes, su forma de reprobar la judicialización del conflicto, y su disposición a amnistiar a todos los delincuentes del proceso. Obviamente no cabe minimizar la importancia de los delitos por los que todos los golpistas están perseguidos. Más allá de la malversación, declarar una república independiente, aunque la declaración resulte fallida gracias a la reacción del estado, no es como se nos pretende vender ahora un acto de naturaleza casi teatral, como poco menos que intentan vendérnoslo ahora. Una declaración de ese tipo, y la historia está llena de ejemplos, implica la irresponsabilidad de abrir la caja de los truenos. Una declaración de ese tipo, cuando se lleva a cabo, nunca se sabe cómo puede acabar, una de las posibilidades es desde luego que acabe en un baño de sangre. Los golpistas catalanes no tuvieron reparos sin embargo en abrir la tapa de la caja a ver qué pasaba. Desde luego hubo consecuencias violentas. Puede que no tantas como las que pudo haber habido, pero ahí quedan las imágenes de los policías bajo una lluvia de cascotes. Muchos de esos policías, que fueron los que mantuvieron el orden constitucional y la integridad de la nación, resultaron heridos y ahora además resulta que son ellos los procesados y perseguidos. De todo el dinero que se malversó y que sirvió para cebar a tanta organización independentista ni hablamos. Toda la intentona golpìsta de ERC y Junts es un asunto de la mayor gravedad, tanto desde el punto de vista político como penal.

El asunto al que queríamos llegar no obstante es que sin represión policial y sin judicialización del conflicto no habría presos ni tampoco por tanto moneda de cambio para la investidura. O sea, el PSOE se rasga las vestiduras por la judialización del conflicto, pero juega para mantener el poder con la carta que precisamente le da esa judialización. Si el PSOE se creyera que la judialización fue un disparate, tendría que amnistiar a los políticos presos por principios, no a cambio de la investidura de Sánchez. Por el contrario, el PSOE tendría que agradecer con efusividad inusitada la existencia de esos presos, que son ahora mismo la única baza negociadora que tiene con el separatismo. Si no fuera por el rey, por el gobierno anterior y por la Justicia, el PSOE no tendría ahora nada con lo que negociar. A nadie se le escapa, además, que al PSOE le parecía intolerable la amnistía hasta el minuto exacto en que amnistiar a los golpistas le podía proporcionar a Sánchez la presidencia. Hasta ni un minuto antes de ese preciso momento le pareció bien al PSOE la amnistía o mal la judialización.

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Por lo demás, la judialización de la política es un elemento central de cualquier democracia. Otra cosa es pensar que los gobernantes pueden operar impunemente al margen de las leyes cuando las leyes, particularmente las constituciones o el Código Penal, no son otra cosa que garantías para los gobernados y límites al poder de los gobernantes. Que los gobernantes puedan delinquir y saltarse a capricho las leyes vigentes y no tengan que responder por ello ante la justicia no es lo que sucede en las democracias, sino en las dictaduras. En una democracia el que tiene la mayoría (si realmente la tiene, en el caso de la Constitución mayoría reforzada) puede cambiar el Codigo Penal o la Constitución, pero no saltárselos. Que en una democracia los ciudadanos de a pie cumplan las leyes es importante, pero que las cumplan los gobernantes, precisamente por tener el poder y para evitar el despotismo, es mucho más importante aún.

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Un comentario

  1. Que la declaración de independencia es casi un acto teatral lo tienen claro los puigdemonts y los seguidores de ese individuo con apariencia de tendero de drogueria,que al parecer es aragonés. Que le pregunten a Compains por una declaración de independencia similar a la actual,formulada en octubre de 1934. Hubo una amnistía para los insurreccionistas, en febrero de mil novecientos treinta y seis, que está siendo estudiada por los juristas de la toga embarrada. La deriva teatral, claro está, consiste en que entonces-como ahora sucederá-serán los defensores del estado frente a la sublevación quienes sufrirán la persecución de la J usticia Revolucionaria.

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