ACR, la mayor constructora de Navarra, también se marcha del infierno fiscal y político en que el cuatripartito ha convertido la Comunidad Foral. Cada día nos despertamos con un sobresalto nuevo. La pregunta es quién será mañana quien se vaya o cambie su sede social. La noticia ya no es quién se va, sino que la noticia sería que alguien viniera. Ningún inversor hace los números o escucha el discurso anti-empresa de los partidos que cimentan el gobierno foral y le entran ganas de venir a Navarra a emprender y contribuir. No es que a la luz de esos números y esos discursos se lo podamos reprochar con mucha acritud. Ven a que te maltratemos no es un gran eslogan comercial.
¿Quién se va a enterar primero de la crisis en que nos encontramos? ¿El gobierno de Navarra o los votantes navarros? Es difícil seguir negando la existencia del problema a la vista de la permanente fuga de empresas a la que estamos asistiendo. Nos encontramos ante una auténtica espantada. Cada día cierra una empresa, o cambia su sede social, o se traslada. Lo que como decíamos no hace ninguna es venir a Navarra. El carril de salida está lleno, por el carril de entrada no circula casi nadie. ¿Cuánto podemos esperar que esto no acabe teniendo un reflejo en el empleo, el crecimiento o la recaudación?
Ante la última gota fría de la Comunidad Valenciana, todos los políticos se han reprochado mutuamente el haber desoído los avisos, o los políticos han reprochado a las agencias y organismos afectados la falta de señales de alarma o los retrasos en su comunicación. Por lo que se refiere al cataclismo empresarial al que se aproxima Navarra, no se podrá decir que no se están acumulando previamente las señales de alerta, que no están saltando todas las luces rojas de emergencia y que la riada que viene no resulta previsible. Da igual que los políticos de turno no estén en una comida con una presentadora o de viaje en Bombay, tampoco ven el elefante si lo tienen sentado encima de las piernas porque el problema no es no ver, el problema previo a rectificar es la capacidad de reconocer un error en la dirección.
A los observadores del régimen no les gusta hablar de la causa del problema porque el problema son las políticas que están desencadenando esta situación. Para estos observadores en primer lugar hay que dejar de denunciar la causa del problema, y en segundo lugar tratar de paliar las consecuencias, pero en ningún caso identificar el problema y combatir las causas de fondo de la situación que atravesamos. Medicina paliativa en vez de curativa hasta que se nos acaben las tiritas, o hasta que no haya tirita de tamaño bastante para cubrir la herida. El problema de la izquierda en el poder político o mediático es que cualquier posible diagnóstico o tratamiento pasan por dos limitaciones previas: que no se puede responsabilizar de la situación al gobierno y que no se puede concebir un cambio de política. La cuestión es que está pasando lo que desde hace mucho se anunció que iba a pasar como consecuencia de las políticas y los discursos anti-empresa que se habían abrazado. Los políticos o los analistas pueden decir muchas cosas, a menudo contradictorias, y el criterio para saber quién maneja el diagnóstico correcto es ver si lo que realmente sucede es lo que decían que iba pasar unos, o lo que decían que iba a pasar los otros. Quien no maneja el diagnóstico correcto, lógicamente tampoco maneja el tratamiento correcto. No nos empeñemos en embestir al iceberg, cambiemos de rumbo o cambiemos de capitán, si lo único que parece capaz de hacer en estos momentos es ordenar a la orquesta que toque más alto.
Un comentario
No es porque les salgan mal las cosas. Las cosas les salen así porque las buscan. Buscan la ruina de Navarra.