Que el Tribunal Supremo convierta en formalmente imputado a Abalos es un asunto que no deberíamos dejar pasar en medio de la vorágine de reproches por la catástrofe de la Comunidad Valenciana. Es fácil dejar pasar la noticia cuando todavía seguimos contando cadáveres y cuando la imputación de Abalos, aunque se produzca ahora, de algún modo es una situación que ya se daba por descontada. Sin embargo, hablamos de la imputación no sólo del responsable del Ministerio de Transportes, sino del entonces número 2 del PSOE detrás de Sánchez, únicamente por debajo por tanto del “one”.
Merece la pena además subrayar hasta qué punto Abalos era un hombre de la confianza absoluta de Pedro Sánchez. El ahora imputado no se convirtió en Ministro de Transportes, Secretario de Organización del PSOE, o portavoz del PSOE en el Congreso (incluyendo la moción de censura a Rajoy) por casualidad. Abalos obtuvo todos aquellos cargos porque, tras expulsar el PSOE a Pedro Sánchez de la secretaría general en 2016, el ahora presidente inició su batalla para recuperar el cargo desde lo que se ha venido a llamar la “banda del Peugeot”. Efectivamente, el grupo de leales con el que Sánchez empezó a preparar la recuperación del poder cabía en un coche con el que empezó a recorrer las agrupaciones socialistas de toda España. En ese coche viajaban Pedro Sánchez, Adriana Lastra, Abalos, Koldo García y Santos Cerdán.
Cuando por tanto hablamos de todos los imputados que rodean a Pedro Sánchez, no hablamos de imputados cualesquiera, sino de gente que ha compuesto su núcleo de confianza más absoluto y que incluye (de momento) a la mitad de la banda del Peugeot, a su mujer y su hermano. Existe una relación directamente proporcional entre la confianza que tienes con Sánchez y la posibilidad de que estés imputado por corrupción.
Hay que decir algo no obstante en favor de Abalos, y es que bajo la premisa (usada para amnistíar a los golpistas catalanes) de que sin lucro personal no hay malversación, si el dinero de Abalos se lo quedó la Jessi, o iba ser para ir gastándoselo poco a poco en la Jessi, no se puede sostener seriamente otra cosa que la inocencia del ministro, por lo menos en lo que respecta a esta acusación. A la Jessi no se le puede acusar de malversación porque no era la mano que sacaba el dinero de las arcas públicas sino la mano que lo recibía, y a Abalos no se le puede acusar tampoco porque no era el que se quedaba el dinero y se lucraba, sino que se lo iba pasando a la Jessi. Bien es cierto que Abalos seguramente tenía dinero que no se lo había dado a la Jessi, pero perfectamente puede alegar que era para ir dándoselo poco a poco. A fin de cuentas Jessi era el tipo de chica a la que para mantener contenta y fiel a tu causa necesitas un buen fondo de reserva, por si le compras un iphone de sólo 128 gigas y te lo tira a la cara.