Seguramente no somos conscientes pero hace unas décadas hubiera resultado llamativo, cuando no impensable, que 40.000 millones de inversión extranjera hubieran pasado ante nuestras narices forales para acabar recalando en Aragón. En Aragón, ni siquiera en la CAV, régimen común puro y duro, una comunidad como mucho del montón, sin policía autonómica, sin lengua propia, contemplada por tanto con desprecio desde nuestra pequeña atalaya foral. ¿Cómo es que ahora todo el mundo se va a invertir a Aragón? ¿O no nos lo queremos preguntar? ¿O no nos lo preguntaremos hasta que quien nos mire por encima del hombro sea Aragón? A este paso no sólo será Aragón, por otra parte una comunidad estupenda que no dibuja mapas en los que aparecemos anexionados, ni nos impone su bandera o su escudo, ni nos convierte en una comunidad transitoria cuarta hasta que seamos una provincia de Aragón.
El caso es que si el dinero pasa por delante de nuestra puerta sin llamar, por algo será. ¿No nos preocupa? Pues ahí tenemos una primera razón. El mundo se divide entre los lugares que intentan que el dinero llame a su puerta y los que no, a los segundos se les llama lugares pobres. Cuesta mucho pasar de ser un lugar que el dinero ignora a uno al que el dinero le interesa, pero pasar a ser un lugar ignorado por el dinero resulta en cambio relativamente sencillo.
¿Cuáles son las recetas para pasar a ser un lugar ignorado por el dinero?
Un primero ingrediente es tener una fiscalidad más elevada que el entorno. Si tu fiscalidad es sólo como la de los demás, entonces eres sólo paisaje. Pero al menos no llamas la atención. El problema es cuando empiezas a ser detectado como un lugar fiscalmente hostil a la inversión y la tributación.
El segundo ingrediente es la inseguridad jurídica. Hoy las normas son estas, pero mañana serán otras. Hoy los impuestos son estos, pero mañana serán otros. Lo mismo con las normas laborales u otras cualesquiera. Lo único constante es la dirección de los cambios: siempre en contra del que se plantea venir aquí con dinero.
El tercer ingrediente es la hostilidad del gobierno. Naturalmente esta es una actitud que se deriva de lo anterior, o quizá más bien lo anterior y todo lo que pueda venir se deriva de esta hostilidad. Por tanto un territorio con un gobierno hostil a la inversión es un lugar a evitar. Navarra es una comunidad cuyo gobierno depende de una fuerza cuyo líder se dedicaba a meter empresarios a punta de pistola en el maletero de un coche. Después está el apoyo de los que llaman terrorista a Amancio Ortega o tienen como referencia a la Venezuela de Maduro. Pero es que además el mundo está lleno de lugares encantados de recibir inversores y que tratan bien a las empresas. Nos dirán que las empresas se van a Madrid por el efecto capitalidad, pero Madrid es capital desde 1561 y Taberna se va a Madrid en 2024. No es la capitalidad, es nuestra infernalidad.
Como cuarto ingrediente podemos añadir a la lista el de la corrupción. Aquí ya como problema general. ¿Hay que hablar con un Aldama para hacer un negocio? ¿Cuánto hay que pagarle? ¿Cuánto le pagan los demás? Es una pena que tengamos que volver a incluir este punto que parecía ya olvidado en el recetario de la fuga de capitales, pero es que quizá estamos volviendo al pasado, retrocediendo, desescalando, volviendo a ser sólo un país en vías desarrollo y bajando. No hay problema sin embargo para el capital. El mundo está lleno de países y territorios que van en la dirección correcta. El problema lo tenemos nosotros. ¿Alguien cree que hay países con un estado del bienestar fuerte sin una economía equivalentemente fuerte que lo soporte? Parece que nuestro gobierno y sus socios.