3 razones por las que Irene Montero es todo lo contrario del feminismo y tiene que quedarse

No ha sido a raíz del discurso de Carla Toscano que Sánchez y sus socios han hecho piña en torno a Irene Montero. Si rebobinamos los hechos, el momento clave es aquel en que Pedro Sánchez, desde Bali, desautorizando a la ministra de Justicia y a Patxi López declara que la ley de Irene Montero es maravillosa y no se toca una coma, pese a que ya hubiera comenzado la reducción de condena a agresores sexuales y la alarma social consiguiente.

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Es absurdo pensar que el apoyo de Sánchez y sus socios a Irene Montero puede depender de lo que diga o deje de decir Carla Toscano desde la tribuna del Congreso. En el momento en que Pedro Sánchez comprende que Pablo Iglesias no va a sacrificar a Irene Montero, su pareja y madre de sus hijos, la alternativa para el PSOE y todos sus socios es renunciar al poder y cargarse a Montero o mantener el poder y aguantar a Montero. Si decides mantener el poder y aguantar a Montero, evidentemente no puedes salir a declarar que la aguantas pese a que es una inútil y su ley un bodrio jurídico, sino que tienes que decir que la ministra de Igualdad es maravillosa, que su ley es la mejor del mundo y que todo el que critica la ley es un machifascista. A ver en qué universo Carla Toscano podía cambiar la colocación de las piezas en este escenario.

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Obviamente hay que volver a insistir además en que llamar enchufada a Irene Montero y decir que su ley del “sólo sí es sí” es una chapuza es lo mismo. Si montero no estuviera ahí por ser la pareja del jefe, sino que fuera una persona formada, no habría salido adelante una chapuza jurídica como la que han excretado desde su ministerio.

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Por eso mismo Irene Montero se ha convertido ahora mismo en la peor embajadora posible del feminismo, porque a fin de cuentas hay un problema para que un calvo venda crecepelo, con que un vendedor de coches eléctricos aparque en la puerta del concesionario con un diésel, o con que Irene Montero, con los tres lastres que acarrea, puede ser la abanderada de ningún tipo de empoderamiento femenino. Y de algún modo hasta ella lo presiente, por eso está siempre pasada de vueltas, victimizándose o atacando.

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Primero porque el discurso que defiende niega a la mujer. La mujer no existe. La mujer no es más que una construcción cultural y por tanto artificial. La mujer no es nada. Las mujeres son hombres sin pene a los que los hombres con pene un buen día enseñaron a ser sus sirvientes. Eso sí, los hombres con pene se reservaron entretanto el extraño privilegio de ir a las guerras o jugarse la vida cazando a las fieras mientras las mujeres se quedaban seguras en casa, calentitas, bajo techo y con provisiones cuidando a los niños. Una vez eliminadas las diferencias artificiales impuestas por el heteropatriarcado, volveremos a ser todos hombres con pene y hombres sin pene. Por otra parte cualquiera puede autodeterminarse mujer porque para ser mujer no hace falta ningún requisito, ya que estamos en el punto en que las mujeres no tienen ninguna característica esencial que las identifique, por lo que cualquiera puede ser mujer. Para reconocer que usted es Napoléon y no un chalado es preciso que llegue con su ejército a Moscú, para afirmar que es mujer nos basta con su palabra. La defensa de la mujer de Irene Montero consiste básicamente en vaciar de contenido la categoría de mujer identificándola con la de hombre. Destruir y defender a la mujer para el feminismo actual es lo mismo.

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Todo lo anterior, no obstante, puede resultar excesivamente filosófico, abstracto y abstruso a la mayor parte de la población, pero lo que todo el mundo entiende es que con la nueva ley y los mismos jueves están empezando a reducir penas y salir a la calle decenas o centenares de agresores sexuales, cosa que no pasaba con los mismos jueces y la ley anterior, por lo que no tiene sentido ninguno echar la culpa a los jueces. Sin duda Irene Montero tiene una camarilla de fanáticas en su ministerio, por otra parte bien pagadas por su devoción personal, capaces de sostener que poner a los agresores sexuales en la calle es defender a las mujeres, pero esto es algo en lo que no puede creer sin cobrar todo el resto de la población.

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Finalmente, no sólo es que Irene Montero ha llegado donde ha llegado por ser la mujer del jefe, y no por haber trabajado en el Saturn o tener un título de psicológa como el que tienen otros muchos miles de personas, e incluso títulos mejores, es que en este momento se le mantiene sólo porque sigue siendo la mujer del jefe. Si no fuera la mujer de Iglesias, y si Iglesias no siguiera mandando en Podemos, incluso Podemos la habría quitado ya de en medio, porque sus errores no son sólo un lastre para el PSOE, también lo son para Podemos. Con cualquier otro jefe en Podemos que no fuera su pareja, Irene Montero ya habría sido cesada, habrían retocado la ley, hubieran resuelto el problema, hubieran frenado la puesta en libertad de agresores sexuales, habrían parado la hemorragia electoral y ya estaríamos en otra cosa. Esto no ha sido así porque Pablo Iglesias tiene un conflicto de intereses con Irene Montero. No puede pedirle que dimita o cesarla por la mañana y decirle hola cariño por la noche al volver a casa. Como es lógico esta evidenciación constante de la dependencia de Irene Montero respecto a Pablo Iglesias, su marido, es todo lo contrario al feminismo que supuestamente Montero representa.

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¿Puede ser la cosa todavía peor para la imagen del feminismo? Sí que puede, si pensamos que Pablo Iglesias está sacrificando a Podemos por Irene a causa del amor romántico y porque es la madre de sus hijos. Piénsenlo en realidad un momento: si fueran ustedes enemigos mortales del feminismo y sus consignas, ¿elegirían a otra persona para representarlo en este momento que Irene Montero? ¿Puede haber alguien con una contradicción mayor entre su vida y su discurso? Que Irene se quede es políticamente maravilloso para todos sus rivales, el problema por el que no se puede desear que Irene se quede y su ley no se toque es que el país no puede soportar que, por su soberbia y su incompetencia, empiecen a salir a la calle la mitad de los agresores sexuales de las cárceles. Cuando alguno de los excarcelados vuelva a ser detenido por otra agresión sexual, a ver qué cara pone el gobierno. Irónicamente lo que está haciendo Pedro Sánchez, prefiriendo la excarcelación de depredadores sexuales a romper con Podemos, es lo mismo que elegiría a medio plazo por interés electoral un derechista sin escrúpulos.

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