No tendrás coche salvo que seas rico (aunque sea eléctrico y pagando 1 euro por kilómetro) y serás feliz

Acabar con los coches es una idea estupenda sobre el papel de las mesas de los burócratas. Los burócratas de izquierdas odian el coche. El coche representa para ellos todos los males de la sociedad capitalista. El coche es una propiedad especialmente mimada y valorada por muchos usuarios por muy diferentes motivos. A mucha gente le gusta conducir por placer, para relajarse, como válvula de escape: le gustan los coches, pero además el coche es una fuente de libertad para ir a donde quiera, cuando quiera, por el camino que quiera, el tiempo que quiera, a la temperatura que quiera, sin ser molestado, con quien quiera o con nadie, sin horarios, trasvases, ni compromisos. El conductor ama el coche por la libertad que le da y el burócrata izquierdista lo odia por esa misma razón. ¿Qué es lo que desea el burócrata woke? El transporte colectivo, público, estatal, planificado, dirigido, masificado. Por su parte, el burócrata de derechas es una rata de biblioteca a la que no le gusta el coche, odia conducir, se le cala, necesita 50 maniobras para aparcar, quiere un chófer, le produce ansiedad.

La excusa perfecta para acabar con el coche es el ecologismo. El coche eléctrico pone sin embargo de manifiesto que es todo una farsa. Tampoco quieren que la gente tenga coches eléctricos porque nunca se trató de no contaminar emitiendo CO2 por el tubo de escape, sino de no tener coche. No quieren simplemente reemplazar el parque de coches de combustión por un parque de coches eléctricos porque lo odioso, como se decía, era la libertad individual. Se acabó la libertad y la felicidad de conducir. Serás conducido como un rebaño en un transporte colectivo y será feliz. Y a callar. Pero antes de callar a pagar.

Para imponer la transición energética, por un lado tenemos directamente la prohibición de seguir construyendo y vendiendo coches de combustión, pero además teníamos una política fiscal y una colección de ayudas gubernamentales tendentes a promover la electrificación. Pero esto vale sólo, como ahora se va viendo, para el período de transición. Cuando se termine con los coches de combustión, se acabó la piedad. El punto es que los vehículos de combustión, considerando sólo el Impuesto sobre Hidrocarburos, le generan anualmente en España al gobierno ingresos por valor de unos 15.000 millones de euros. Quieren que dejemos de conducir, pero no quieren quedarse sin el dinero. La solución que se les ha ocurido a los agendistas 2030 es el pago por kilómetro. El propietario de un vehículo eléctrico, además de todo lo que pague por el coche, por los impuestos del coche, por circular, o por la electricidad y los impuestos de la electricidad, va a tener que pagar un impuesto adicional por kilómetro recorrido. ¿Por qué motivo? Porque el estado no puede renunciar a esos 15.000 millones que ingresa por los hidrocarburos.

El punto es que las restricciones a los vehículos, la exhuberancia de los precios y el coste de los impuestos va a provocar que muy poca gente pueda acceder en el futuro a disfrutar de un coche eléctrico. Esto es sin embargo lo previsto, lo anunciado y lo que querían desde el principio: acabar con el vehículo particular fuera de combustión o fuera eléctrico, reduciendo de forma drástica el parque de vehículos privados. Lo que sucede es que para mantener la recaudación diezmando el número de vehículos tendrán que multiplicar por 10 los impuestos. Es por ello que se habla de pagos futuros de hasta 1 euro por kilómetro. ¿Qué cantidad marca el cuentakilómetros de su coche? ¿50.000 kilómetros? ¿90.000? El futuro nos habla una sociedad en la que nadie tendrá nada, comerá gusanos y será feliz, salvo unos pocos que, sacrificándose por el resto, lo tendrán todo, comerán lo que quieran, pasearán en coche y serán súper infelices por el bien de la humanidad.

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