En mi opinión, no debiéramos aceptar que sean las decisiones de Eta las que determinen nuestro futuro colectivo, ni que sus urgencias marquen nuestra agenda colectiva; ni que nos den lecciones de democracia desde su marxismo excluyente y trasnochado. Y, en consecuencia, que no seamos nosotros – los demócratas- los que nos auto-impongamos exigencias porque digan que dejan de matar; ni que les permitamos que les salga gratis dejar de matar ni que su derrota – porque se saben derrotados- no vaya acompañada del pago de todas sus deudas (tanto morales como jurídico-económicas).
Debemos entender que es Eta, con su anuncio del “cese definitivo de su actividad armada”, la que está retando a la sociedad española y el reto consiste en que ésta entienda – entendamos- que somos los demócratas quienes establecemos los límites, las condiciones y las reglas para propiciar su final – quieran o no-. Y si queremos ganar este desafío en sus tres vertientes (criminal, política, y social) tendremos que ser mejores que ellos, trabajar más que ellos, tomando como guía el ejemplo de las víctimas y perseverando en la unidad y en la deslegitimación política de sus fines.
Los terroristas y sus corifeos ocultan, hoy, sus garras con alambicados comunicados pero afilan sus plumas para escribir una historia ignominiosa con todos sus éxitos y proezas (= asesinatos) con los que justificar su dilatada actividad político-criminal. Tal y como están las cosas, ellos saben que les quedan pocas oportunidades para sacar algún rédito político y corporativo de su precaria situación lo que explicaría el preelectoral momento elegido para escenificar su cese de la violencia (¿y que hay de las otras?) y también, las urgencias de otros.
Mientras tanto, gran parte de la sociedad, aturdida entre la esperanza y el alivio, parece continuar bajo el efecto hipnótico producido por el último anuncio de la banda incluso, pareciera aceptar una revisión a la baja de las exigencias históricas de la banda. ¡Pretenden pillarnos con la guardia baja!- aviso- porque saben que la sociedad española ha demostrado capacidad para superar odios y guerra-civilismos así como para mirar hacia el futuro, y pretenden aprovecharla ahora en su favor – “perdón recíproco” lo llama Patxi Zabaleta-. ¡Manda huevos!
Y – como decía – ahora son ellos los que tienen prisa. Sólo ellos y, bueno, los que recogen las nueces así como aquellos que quieran sacar rédito electoral de toda esta situación. Todos ellos saben que, cuando se nos pase la euforia y seamos conscientes de que es posible derrotarles, no podrán exigir nada. Además, resulta obvio que consideran que el todavía Gobierno puede ser más comprensivo para con ellos que quienes previsiblemente, tras las elecciones, ocuparán su lugar.
Pues bien, deben saber – es nuestra obligación dejárselo claro- que sólo cabe un camino:la justicia. Debemostener “claridad moral” frente a la injusticia y no traicionar los principios democráticos. Del mismo modo que todos los etarras tienen derecho a un juicio justo, la sociedad tiene que depurar y exigir responsabilidades (y más criminales) sin que, en ningún caso, los etarras instrumentalicen el perdón de las víctimas en su propio beneficio – liberando a los asesinos del cumplimiento de sus penas-. Es una auténtica perversión. Toda una provocación
No descarto que si las víctimas mantienen su discurso de memoria, dignidad y justicia, lleguen a culpabilizarlas de no querer la paz y la reconciliación, incluso de actuar sólo por odio y resentimiento.