Es muy humano ofrecer cierto sentimiento de gratitud al verdugo que afloja el suplicio. Esa es precisamente una de las consecuencias perversas y premeditadas de la práctica terrorista. Pero caer en esa trampa -la enésima trampa- no es ni racional ni inteligente. ETA estaba acabada hace mucho tiempo. Terminaron con ella el tiempo inexorable, el aburguesamiento de sus bases y dirigentes, la crisis que cierra todos los negocios poco rentables, la presión policial y legal, también las nuevas tecnologías que hacen cada vez más difícil vivir fuera de la ley… Queda aún una sospecha en el aire: la de quienes piensan que el fin de ETA tiene que ver con el hecho de haber cumplido sobradamente con el papel que le fue asignado.
En cualquier caso la última declaración de ETA es perjudicial en tanto que es calificada como histórica, casi como un regalo que se nos hace. En ese sentido -ya lo hemos dicho- sería más deseable que la ETA terminara como el GRAPO, sin fotos, ni teatro de ninguna clase, sin pena ni gloria, como un mal sueño.