Una de las cosas que dan más vergüenza cuando se analizan las causas, consecuencias y posibles soluciones de la crisis es cierta fatídica lista en la que se demuestra que poner en marcha un negocio en España es siempre más difícil que en cualquier otra parte del mundo. Ahora que el Estado pasa horas bajas, hace agua, las pasa moradas, se oyen voces interesadas que reivindican con urgencia la iniciativa de los emprendedores. A ver si al menos engatusando a última hora a un puñado de voluntariosos se consigue suplir de alguna forma esa ingrata tarea ministerial que ha quedado pendiente.
Se han pasado décadas machacándolos, animando la economía sumergida y la chapuza, poniendo trabas en vez de facilidades, asfixiando a la gente con leyes ridículas, con inspectores agobiantes, con burócratas ralentizadores. ¿Y es ahora precisamente cuando se acuerdan de los pequeños empresarios, de los autónomos, de las pequeñas empresas familiares? ¿Cuánto tiempo llevan Vds. oyendo ese cuento de la ventanilla única para la creación de empresas? Ahora quieren que alguien les saque las castañas del fuego y no se dan cuenta, o sí, de que existe un mandamiento fundamental: el de «No molestar».
Un comentario
¡Pero si aquí, en Navarra, cada vez que hay alguien que desea un producto o servicio se crea una empresa pública ‘ad hoc’!
Véase el caso del sector de la TIC, de las energías renovables o cualquier sector emergente.
Analícese el crecimiento del CEIN y la competencia que hace a quienes forma.
Las ayudas europeas a la innovación se utilizan, primero, para costear todo el grupo empresarial y el funcionariado gubernamental. Y si sobra algo, se traslada a la iniciativa privada subvencionándoles poco y mal.