En estos próximos días se van a cumplir el 75 aniversario de la muerte de dos insignes políticos navarros, nacidos en Pamplona en el año 1872.
Uno de ellos era Joaquín Beúnza Redín, que vio la luz en la calle de la Rochapea que hoy lleva su nombre en el seno de una humilde familia de modestos hortelanos que no le podía costear los estudios por lo que, tras obtener todo el bachillerato con sobresalientes y matrículas de honor, logró una beca que le permitió estudiar gratis la carrera de Derecho en Salamanca. Se doctoró en Madrid y amplió estudios en París. Entre 1901 y 1907 fue concejal del Ayuntamiento de Pamplona por el partido carlista y diputado foral entre 1908 y 1916. A partir de esa fecha fue asesor de numerosos ayuntamientos de Navarra, del Consejo de Navarra, del Banco de España y de la Diputación Foral que, en 1927, por sus brillantes aportaciones al Convenio Económico, le nombró Hijo Predilecto de Navarra. En 1931 fue elegido diputado por Navarra en las Cortes Constituyentes, siendo nombrado presidente de la Minoría Vasco-Navarra, en cuyo nombre participó en el debate del proyecto de Constitución, siendo un ardiente defensor de la concesión del voto a la mujer frente a la posición contraria y beligerante de los republicanos de izquierdas, de los radicales y de de los radicales-socialistas. El comienzo de la guerra civil le sorprendió en el baleario de Cestona (Guipúzcoa). Allá fue detenido el 23 de julio y, tras pasar por la cárcel de San Sebastián, fue conducido al fuerte de Guadalupe de Fuenterrabía donde, después de ser torturado, fue asesinado el 4 de septiembre.
El otro político era Víctor Pradera y Larumbe, ingeniero de caminos y doctor en derecho. Orador de primer orden, notable escritor y eminente polemista, fue diputado a Cortes por Pamplona por el partido tradicionalista durante la monarquía de Alfonso XIII. En 1933, representando a Navarra, fue elegido vocal del Tribunal de Garantías Constitucionales, lo que hoy es el Tribunal Constitucional. Fue detenido en su domicilio de San Sebastián el 2 de agosto de 1936 y permaneció preso en la cárcel de Ondarreta hasta que el 6 de septiembre fue asesinado en el cementerio de Polloe de esa ciudad, un día antes de que fuera fusilado también su hijo primogénito Javier.
Como pamplonés y como político escribo estas líneas para recordar la memoria de estos dos hombres ilustres de Navarra y para que estas efemérides no queden en el olvido. ¡Que ellos y todos los que murieron en esa terrible guerra descansen en paz!
Un comentario
Esto es Memoria Histórica también, ¿no, Sr. Zapatero?