Aún a día de hoy, el nacionalismo rechaza de forma unánime lo que es una evidencia en el resto de mundo. Esta evidencia, ampliamente documentada en los tribunales, es que ETA y Batasuna forman parte de un mismo entramado organizativo que mantiene una estrategia combinada. Unos van a las instituciones y otros matan a los que les plantan cara. ETA se aprovecha de la influencia política de Batasuna y Batasuna se aprovecha de la eliminación de sus adversarios y del terror que provoca ETA. Nada más lejos de la normalidad democrática. Esta realidad es la que a llevado a Batasuna a figurar en las listas de organizaciones terroristas de las democracias de todo el mundo, o la que ha ratificado el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Negando la realidad
Quienes han querido cerrar los ojos ante los hechos, defendiendo la supuesta normalidad democrática de Batasuna, se han visto desautorizados en toda regla por las declaraciones de Arnaldo Otegui ante el tribunal en el que está siendo juzgado por el caso “Bateragune”, precisamente relacionado con la reconstrucción de Batasuna. En ese juicio Otegi se ha atribuido el «cambio de estrategia» de la izquierda abertzale para «pasar de una estrategia que combinaba la violencia armada con la lucha política a una estrategia de corte sólo pacífico y democrático». El líder batasuno aseguraba tras sus palabras que “si eso es delito, yo soy culpable”. Lo cierto es que Otegui ha pertenecido a la cúpula de Batasuna desde el año 95, cuando él mismo reconoce sin pudor que la estrategia de la izquierda abertzale era combinar la política con la violencia. A pesar de las palabras de Otegui, además, carecemos de cualquier evidencia de que a fecha de hoy se haya producido realmente ningún cambio de estrategia.
Una autoinculpación en toda regla
Las palabras de Otegui suponen una autoinculpación en toda regla del entramado ETA-Batasuna. Otegui, tratando de exculparse, en el fondo reconoce abiertamente que la estrategia de la “Izquierda Abertzale” ha sido hasta la fecha la ejecución de “una estrategia que combinaba la violencia armada con la lucha política”. Ante este reconocimiento de poco valen las excusas y justificaciones del nacionalismo democrático, que debería reconocer que todos estos años, al justificar lo injustificable, en el mejor de los casos se ha estado equivocando. Por lo demás, resulta evidente que ETA sólo tiene una manera de demostrar que ha abandonado esa estrategia combinada, y es el abandono de la violencia. Puesto que ya se ha asegurado su presencia en las instituciones en las últimas elecciones, ETA dispone de cuatro años sin ninguna presión para seguir “combinando”.