Nada es lo mismo. Te sientas delante del televisor con los niños, en plan familiar, para ver unos dibujos animados y… ¡oh, decepción! No hay nada de lo que esperarías encontrar.
Tú recuerdas series como Marco, Heidi, La Abeja Maya, Willy Fog, Dartacan, Yacky y Nuca, Comando G, La Pantera Rosa…y aparecen Las Winx, Código Lyoko, Pokemon,…
No sé si técnicamente son mejores, probablemente sí, pero los argumentos son claramente más pobres. A mí personalmente me recuerdan más a algunas telenovelas, y otras, a algo parecido a Matrix. Se podría decir que la temática ronda entre amoríos, más propios de la edad del pavo que de la infancia, y competiciones más violentas de lo deseable para el público al que están destinadas. ¿Y Caillou? ¿Ese niño al que le dejan hacer de todo y cuyos padres nunca levantan la voz, ni se enfadan, por mucho que manche la alfombra, inunde la cocina, o venga del parque totalmente embarrado?
Pero eso no es todo. Si al día siguiente, a la misma hora, vuelves a encender la tele, resulta que es bastante fácil que vuelvas a ver exactamente el mismo capítulo que viste el día anterior o hace escasos días. Bastante cutre ¿no?
En mis tiempos-y tampoco soy tan mayor-empezaba una serie y ponían un capítulo tras otro, hasta que se acababa, y después empezaba otra serie. Nada de repetir al día siguiente el mismo capítulo…
Está claro que, con los canales exclusivos de emisión continuada dedicados a los niños, será complicado completar la programación con cosas siempre interesantes, pero ¿realmente son necesarios? ¿Puede ser que haya a quien Clan TV o Disney Channel le parezca la niñera perfecta, la enchufas y te olvidas? ¿Nos han hecho un favor a los padres y madres, o más bien nos han puesto en un aprieto? ¿Y a los niños?
No quiero ponerme pesada añorando el pasado pero, hasta hace unos años, había series de dibujos en una franja horaria concreta: después del telediario y algo por la tarde, y se acabó. Luego tenías que apañarte la vida y usar la imaginación para divertirte. Desarrollabas la creatividad con juegos diversos, hacías deporte o estabas abocado al más profundo de los aburrimientos. Seguramente dábamos algo más la tabarra a nuestros padres, pero merecía la pena. Se evitaba el sedentarismo y el embobamiento televisivo…vamos, mucho más saludable física y mentalmente.
Hoy en día hay que arrancar a los niños de la televisión-u otras pantallas-, hay que ponerlos a jugar porque casi han perdido la costumbre de imaginar y de crear. Hay que establecer horarios restrictivos para la TV, que aceptan a regañadientes. Incluso hay que convencerles de que ver todos los días el mismo capítulo de una serie es una soberana tontería, y que saberse al dedillo todos los diálogos de los personajes no tiene nada de emocionante.
En fin, cada generación tiene lo suyo y los padres nos las tenemos que ingeniar para lidiar con maestría y lograr educar a nuestros hijos…Si me permitís una recomendación, y por acabar con algo positivo, no os perdáis Los Pingüinos de Madagascar…en mi opinión, casi lo único salvable junto con Bob Esponja.