En toda España, los resultados fueron los siguientes:
Llama la atención, en primer término, lo ajustado de los resultados. Nada que ver con un país abrumadoramente izquierdista. Por el contrario, la suma de los votos de la derecha y el centro, que habían gobernado juntos hasta entonces (y contra cuyo gobierno democrático había intentado la izquierda un golpe de estado en 1934), arroja un saldo de votos superior al de la izquierda. Todo lo cual explica, por otra parte, la profunda división del país, el apoyo popular que recibiría posteriormente el alzamiento nacional y la guerra civil subsiguiente.
Los resultados electorales, sin embargo, ni siquiera son pacíficos. Muchos historiadores cuestionan el recuento de los votos y la atribución de las actas de diputado. Las elecciones se desarrollaron ya en un ambiente revolucionario que difícilmente encajaría en los estándares de una democracia actual.
Valgan de ejemplo las palabras de don Niceto Alcalá Zamora, presidente de la República en aquel momento, para arrojar la sombra de la duda sobre los resultados.
Esa mayoría legal no era más que relativa, pero seguía siendo minoría absoluta, según los verdaderos resultados de la elección del 16 de febrero; no se convirtió en mayoría absoluta, incluso aplastante, hasta después de los excesos cometidos, primero apropiándose por medio del desorden popular de los documentos electorales, en las comisiones provinciales de empadronamiento y los municipios, y después por la anulación de las elecciones y de los mandatos, y la alteración, según su capricho, del orden de los candidatos elegidos o vencidos en muchas provincias.“Por qué no resistí”. Artículos de L’ére Nouvelle. 1938.
O las del mismísmo Manuel Azaña:
En la Coruña íbamos a sacar cinco o seis (diputados). Pero antes del escrutinio surgió la crisis, y entonces los poseedores de 90.000 votos en blanco se asustaron ante las iras populares, y hemos ganado los trece puestos… ¡Veleidades del sufragio!… Han sacado al otro… para que no saliera Emiliano, a quien metimos preso la misma noche de formarse el gobierno, para salvarle la vida, decían los de allí… hemos sacado… otro en Guipúzcoa… y no tenemos dos, porque los comunistas se llevaron las actas pistola en mano. Carta de Azaña a Rivas Cherif (19-3-36), Retrato de un desconocido, Grijalbo, Barcelona 1979, pág. 663-665.
Y sigue:
Se anulan (actas de diputado, todas de derechas) Granada, Cuenca… La Ceda se ha retirado del Congreso antes de discutirse la elección de Salamanca… Carta de Azaña a Rivas Cherif (29-3-36), Retrato de un desconocido, Grijalbo, Barcelona 1979, pág. 670-672.
Donde no hubo lugar a dudas sobre la aplastante victoria en las urnas de la derecha fue en nuestra tierra. He aquí los resultados de las elecciones en Navarra.
El Bloque de Derecha obtuvo los 7 diputados navarros, recayendo en las personas de Rafael Aizpún y Miguel Gortari de Unión Navarra, Tomás Dominguez Arévalo, Javier Martínez de Morentín , Luis Arellano y Jesús Elizalde de la Comunión Tradicionalista Carlista, y Raimundo García (“Garcilaso”), monárquico independiente. Alguno de estos personajes merecería su propio análisis.
Sirvan todos los datos anteriores para arrojar alguna luz sobre lo que pasó en España y en Navarra, para dar idea de la complejidad del panorama político y de la división social que dio lugar a la Guerra Civil en 1936. Una situación que, además, se incrusta en la a su vez complejísima situacion europea de la época. Hablamos por tanto de un asunto demasiado complejo como para liquidarlo con un sencillo ejercicio de presentismo maniqueo, salvo ocultando el 50% de lo sucedido.