Créanme, el ser humano es capaz de elaborar un discurso políticamente correcto en modo de piloto automático. Lo que pasa es que no nos damos cuenta porque cada vez que nuestro cerebro detecta la emisión de esa clase de mensaje hace que pasemos sigilosamente a modo buzón de voz. Solo así se explica nuestra pasividad ante cierta clase de arengas que, como los calcetines de una muñeca recortable, son perfectamente intercambiables de un político a otro. Igual que sucede en el arte de encantar serpientes adquirir esa técnica emisora requiere un cierto entrenamiento. Ante todo hay que procurar no decir nada estridente, es decir, nada que se salga de el guion de lo políticamente correcto que es, como todo el mundo sabe, aquello que no es políticamente incorrecto. Si se ha quedado Vd. como al principio se seguirá preguntando a qué se debe entonces el vaivén democrático que a veces lleva a las urnas alguna que otra alternancia. En mi opinión se debe al mismo fenómeno que produce las victorias en la fórmula 1: una combinación de buena suerte y pequeños detalles que dentro de unos mismos parámetros técnicos dan lugar a victorias y derrotas. Lo que ninguno de los equipos pone en duda es el camino, el marco, los parámetros, la ideología de género, el patriotismo constitucional, el mito de la soberanía nacional, la sumisión al positivismo legal, la asepsia materialista de la vida pública… ¿y las excepciones? Lo siento pero hoy me he levantado un poco cínico: las excepciones confirman la regla.