Son “viejas novedades”, pero ahí están. Veo la tremenda crisis global en la que ha caído nuestra sociedad, y que cada vez hay más voces que reclaman una nueva política y unos nuevos políticos. Esto suena fuerte y algo incorrecto, como hoy se dice, pero las voces están ahí. Desde luego, no son meras voces “contra” y de gente enfadada, “cabreada”, sino una nueva forma de hacer vida social y política en un sistema más que acartonado.
Ante el actual estatismo y desmoronamiento social, creo que sería necesario potenciar la sociedad y reducir la presencia y peso del Estado y de las administraciones públicas sobre la sociedad.
Ante el dirigismo político, ¿es que nos gusta el despotismo de “pelucón blanco”, en vez de extender con urgencia la iniciativa personal, empresarial, y social? La coordinación en una Comunidad no tiene por qué significar absorción ni dirigismo, sino libertades, representación plena de los agentes económicos y sociales, y pactismo social en presencia arbitral del gobernante.
¿De qué sirve aumentar la edad de jubilación a los 67 años si se nos quitan puestos de trabajo a los todavía jóvenes? ¿Por qué no se apoya, con decisión y sin complejos, a las empresas -especialmente las PYMES-, un trabajo digno, la disminución de la burocracia y barreras administrativas, y dejamos que quiebre el especulador financiero para no sangrar al contribuyente? ¿Y qué decir del gasto privado no productivo, y del gasto público innecesario de ayuntamientos, autonomías y del Estado?, porque alguien dijo que si el país es pobre, vivan pobremente el rey y sus ministros.
Mucho tendremos que renovar, ¿verdad? Pero otras veces mucho más se ha hecho. Si consideramos la partitocracia, ¿por qué no listas abiertas, mandato imperativo, juicio de residencia, y autofinanciación de los partidos políticos? ¿Y una estricta ley de incompatibilidades en los cargos –los hay que ocupan muchos sillones a la vez para “redondear” su salario-, y, sobre todo, una adecuada representación política de las instituciones sociales que realmente conocen sus verdaderos intereses?
La desnaturalización de la familia y una política contraria a la educación (EpC…) exige el respeto al derecho originario y fundamental de los padres a la educación de sus hijos y tutelados. ¿Por qué se extrañan de cómo estamos quienes vamos saliendo de la juventud si, desde arriba, se nos ha transmitido el materialismo más grosero, y se ha desorientado y arrebatado en la escuela las funciones educativas de nuestros padres y familia?
Desde mi punto de ver en carlista, aquí, en Navarra, se hace necesario restaurar el Derecho Privado y privativo de nuestra Comunidad, como fundamento también del Derecho Público, pues ha sido éste último el que ha dinamitado, ley “Foral tras ley “Foral”, nuestro Derecho Privado.
Que España se cure de sus taifas y separatismos, implica defender su unidad en la variedad, y recuperar los verdaderos y diferentes Fueros para todas las Regiones. Estos Fueros, desde los que debe reclamar el rehacer la sociedad, sólo pueden vertebrarse con un poso histórico, el verdadero principio de subsidiariedad, y el derecho natural al autogobierno (autarquía) de las familias, de la poca o mucha propiedad, de las instituciones sociales, de los municipios y de las comunidades, claro que dentro de su jurisdicción y competencias. Esto “suena” un poco, pero así lo entiendo. Desde luego, es una pena que los Gobiernos autonómicos se hayan convertido en cuasi-estados, ya por error político-jurídico ya por el elevadísimo gasto generado.
Ocurre que ante el actual ateísmo práctico de las leyes -origen y germen de nuestros males-, y el actual “desmadre”, una vida sin sentido, el “todo vale” y el positivismo jurídico, ¿por qué no tener presente, en la política y las leyes, la presencia de Dios… y de la religión católica raíz y vivencia de los españoles? Lo que pensamos muchos: sólo Dios nos recuerda nuestra limitación propia como hombrea, sociedades y gobernantes, y sólo Él es orientación y garantía de quien nada puede. Esto no sólo es piadoso sino también fundamento político.
Un comentario
Javier, muy oportuno tu artículo en estas fechas de esperanza. Ante la crisis generalizada no te quedas en la lamentación ni en el ojalá del hojalatero sino que presentas alternativas: más sociedad y menos estado y orientación cristiana de la vida pública. Suena utópico pero me gusta; las grandes utopias son las que han conseguido hacer un mundo mejor, más humanizado. ¡Qué me gustaría conocerte! Saludos desde la Montaña (por eso de la pegatina que llevo en mi coche: «Lo mejor del mundo España, y de España La Montaña»