El estudio parte de la premisa de que los votantes de derechas reúnen un par de características indiscutibles e inmutables: son menos y jamás se abstienen. Quienes deciden las elecciones, por tanto, son los abstencionistas y los votantes cuyo voto oscila entre IU y el PSOE. Estas afirmaciones se justificarían mediante una serie de datos como que, por ejemplo, desde 1982 “sólo en las elecciones de 2000, que tuvieron la tasa de participación más baja de la actual etapa democrática (69%), la derecha superó en votos a la izquierda”.
Sin embargo, el estudio no revela que los peores resultados de la derecha también se produjeron en 1989 con una baja tasa de participación (69,7%), de hecho la segunda menor.
El referendum por el que se aprobó el “estatut” de Cataluña, con un 49% de participación, es un ejemplo aún más claro de altísima abstención. En dicho referendum, sin embargo, el 100% de los votos en contra es un 16% inferior a los votos que sólo el PP obtuvo en las generales de 2004. Y ello a pesar de que ERC también votó en contra el “estatut”, presionada por sus propias bases. Parece razonable pensar entonces que entre el 16% y el 50% de los votantes del PP decidieron ir a la playa en vez de a votar contra el “estatut”.
En el año 2003, en la Comunidad de Madrid, la derecha (49,3%) se impuso a la izquierda (48,8%) con una participación del 62,5%. En 2007, el porcentaje de participación subió al 67,3% y la derecha amplió significativamente su ventaja (54,7%). Esperanza Aguirre sumó en la Comunidad casi 300.000 votos más que en las anteriores elecciones, y en contraste con el número similar de votos que obtuvo Gallardón en la alcaldía (dato utilizado por el estudio).
No se encuentra por tanto una base lógica para pensar que, cuando desciende la participación electoral, no lo hace de una forma proporcional entre los votantes de derechas e izquierdas. Los datos que se ofrecen realmente no demuestran esa relación y parten de un claro apriorismo. No existe un principio en virtud del cual no cambia el voto sino sólo la participación. Sabemos la adscripción ideológica de los que votan, pero no la de los que no lo hacen. Atribuir automáticamente a la izquierda la abstención, de hecho, parece una forma de no aceptar los resultados obtenidos en las urnas. Mediante esta técnica, atribuyendo una u otra adscripción a los abstencionistas, se podría poner en cuestión casi cualquier resultado en el que no se produjera una participación del 100%.
El estudio realiza además afirmaciones como que en 2004 “la izquierda obtuvo 12,06 millones de votos y la derecha 9,72 millones”. El dato excluye a toda la derecha nacionalista. En caso de incluirla, la diferencia sería tan sólo de ochocientos mil votos. Una diferencia muy estrecha como para pretender afirmar que España es un país abrumadoramente izquierdista.
El estudio llega a afirmar que “en 2000 la izquierda perdió 2,7 millones de votos respecto a 1996, de los cuales 2 millones fueron a incrementar la abstención. Esos 2,7 millones de votos los volvió a ganar en 2004. La derecha ganó 0,6 millones de votos, alcanzando su máximo histórico de 10,3 millones, pero los volvió a perder en 2004”. A partir de este razonamiento, se cifra en 600 mil votos los que se disputan en el centro y 2 millones los que se disputan en la izquierda.
En vez atribuir sin más a los abstencionistas el carácter de izquierdistas, hemos acudido a las estadísticas del CIS para ver cómo se ubican ideológicamente a sí mismos los españoles. De las conclusiones del estudio publicado por PRISA, cabría deducir una sociedad escindida en dos zonas: una de gran tamaño a la izquierda, y otra de menor tamaño a la derecha, ambas separadas por un pequeño porcentaje de la población situado en el centro. Tal sería la descripción de una sociedad en la que el gran “caladero” de votos se situara entre IU y el PSOE en vez de en el centro, como sucede normalmente en las sociedades desarrolladas. El aspecto gráfico de la sociedad española, según El País, tendría que tener el aspecto de la imagen de la derecha.
Según los datos del CIS, sin embargo, éste es el aspecto real de la sociedad española, que sí se corresponde a una sociedad avanzada:
Partiendo de que el 1 es la extrema izquierda, y el 10 la extrema derecha, los españoles masivamente se sitúan a sí mismos en la zona central de la escala, alrededor del 5. Cuanto más nos acercamos a los extremos, menor es el porcentaje de españoles que se identifican con esas posiciones. En todo caso se podría pensar que, en las últimas décadas, la gran masa de votos, en general, no se ha situado en el centro geométrico exacto de la escala, sino ligeramente desplazada a la izquierda. En ningún caso de forma abrumadora ni inamovible. La estrategia de la derecha, por tanto, no sólo sería cómo obtener la mayor ventaja táctica en unas elecciones a corto plazo, sino que debería consistir también en una labor de pedagogía más a largo plazo para ir desplazando la mayoría sociológica hacia la derecha de la escala.
Así, el promedio de los españoles se ha venido autoubicando durante los últimos 4 años ligeramente por debajo de 5. Esta sería la evolución mensual de la autoubicación ideológica media de los españoles durante la legislatura de Zapatero:
Salta a la vista que, desde abril del 2004, la evolución del indicador es ligeramente favorable a la derecha. Pero es que además hay que tener presente otro dato respecto al que el propio CIS, explicando la metodología de la encuesta, nos pone sobre aviso:
"Es importante señalar que este indicador está sesgado a la izquierda en una medida difícil de evaluar. La utilización de la escala de 1 a 10 produce este efecto indeseado (probablemente se utiliza para evitar las connotaciones negativas de asignar la puntuación 0 a la izquierda). En efecto, si se estudian los porcentajes de respuesta para cada una de las puntuaciones de 1 a 10, se observa que, sistemáticamente, el valor 5 constituye una moda muy alta en todas las fechas. Esto parece indicar que los respondentes interpretan el valor 5 como un valor medio, por estar habituados a manejar, en muchas situaciones, la escala del 0 al 10 en la que el valor 5 es el punto medio. Sin embargo, en la escala del 1 al 10 que se utiliza en esta pregunta, el valor medio es el 5,5, por lo que la media aritmética obtenida estará más a la izquierda de lo que corresponde".
Es por ello que llama poderosamente la atención el hecho de que la mayor parte de los españoles, con datos de noviembre, se sitúe en la escala en un punto igual o superior a 5. Parece sin embargo que nos encontramos con 2 datos contradictorios: la mayor parte de los españoles se sitúa en o por encima de 5, y la media sin embargo está por debajo. La única explicación posible es que quienes se sitúan en o por encima de 5 son más, pero menos radicales. Es esa radicalidad y no el número total la que baja la media del total de los encuestados.
Con los datos anteriores, y con alrededor de un 25% o más de la población que habitualmente se abstiene, si las tesis del estudio fueran ciertas la derecha hubiera ganado sistemáticamente y por goleada todas las elecciones generales.
De todo lo cual se desprende que los datos aportados por El País, a partir de los cuales deduce sus conclusiones, parten de premisas parciales, falsas o cuando menos discutibles. Algo que debería tenerse en cuenta puesto que, partiendo de una premisa falsa, la única forma de llegar a una conclusión verdadera es perdiéndose por el camino.