Es una moda peligrosa ante la que no vamos a callarnos. El trabajo del político, muchas veces, exige silencio y discrecion, porque no es conveniente contarlo siempre todo, pero es sospechoso y muy desafortunado atreverse a exigir a los demás que se callen. Y más aún cuando a quien se trata de imponer silencio es a los medios que tenemos la obligación, a veces incómoda, de no callar.
Un político medianamente pegado a la realidad debería saber que está ahí para aguantarlo todo, que el hecho de estar en el centro del huracán le convierte a él y a sus decisiones -como por ejemplo la de buscar candidatos al Congreso- en cosa pública -“res publica”- que nos afecta a todos. Y sobre la que todos tenemos derecho a decir – al menos “decir”- algo.
De todas formas la anécdota de Miguel Sanz recurriendo a la frasecita de don Juan Carlos revela un trasfondo. El presidencialismo en el que está derivando el actual régimen foral navarro es posiblemente una de las mayores rupturas que hemos sufrido en Navarra con respecto a nuestra tradición más auténticamente “democrática”. Nuestra Diputación siempre había sido, desde sus orígenes medievales, una corporación, un colegio. Pero desde que la LORAFNA consagrara este nuevo modelo americanista en el que un señor Presidente parece ser el único que pincha, corta, nombra, cesa y manda callar lo que hemos ganado en eficacia de gestión a lo mejor lo perdemos por otro lado. Ojo.
Jerónimo Erro