En alemán estos adoquines reciben, significativamente, el nombre de "Stolpersteine" (piedra en que se tropieza). En cada adoquín se halla inscrito el nombre de la persona, la fecha de nacimiento, la de la deportación y el lugar de la muerte. Los adoquines se funden con el resto de la acera, pero llaman poderosamente la atención por su color dorado.
Desde el año 2003, un artista llamado Gunter Demnig ha recibido el encargo de colocar miles de estos adoquines por toda Alemania. Sólo en Berlín hay ya colocadas unas 1.400 placas, y según Wikipedia cada baldosa sólo cuesta 95 euros. Se trata de una iniciativa fácilmente integrable en el paisaje urbano, estéticamente agradable, llamativa pero sobria, individual y al tiempo colectiva, perdurable y que –sobre todo- sirve al fin de tener presentes en nuestra ciudad a todas aquellas personas que han sido asesinadas por ETA: "si estos callan, gritarán las piedras".
En nuestro caso, además, no se trata de un capítulo pasado de nuestra historia, sino de una lucha viva y presente contra una organización terrorista que sigue sumando asesinatos y justificaciones, por lo que esta iniciativa tiene aún más sentido, si cabe, que en Alemania. Sería justo que, dentro de muchos años, los niños de Pamplona preguntaran a sus padres por estos adoquines, y que los padres explicaran a los niños navarros del futuro la historia de libertad, sacrificio, resistencia y victoria que contarían esas piedras.
Naturalmente se trata sólo de una idea pero, sea cual sea la forma de concretarla, alguna iniciativa habría que adoptar para recordar a las víctimas. Las asociaciones de víctimas podrían tomar la palabra y dirigirse al Ayuntamiento y al Gobierno Foral, los cuales deberían ser sensibles a una petición en este sentido que, sin duda, apoyaría la inmensísima mayoría de los ciudadanos navarros.