La Batalla de Velate y los 12 cañones desaparecidos.

No se trata aquí de hacer un extenso relato de la conquista de Navarra en 1512, de su contexto histórico, de las disputas territoriales en Italia entre las grandes potencias, de la convocatoria del concilio cismático de Pisa auspiciado por Francia, de la creación contra ésta de la Santa Liga en la que participaba Castilla, ni de los complicados antecedentes internos navarros con la guerra civil entre beaumonteses y agramonteses. No es posible aquí y ahora profundizar en todo esto, así que nos limitamos a citarlo.

Tras la toma de Navarra por parte del Duque de Alba, Luis XII de Francia intentó arrebatar Navarra de las manos de Castilla restituyendo al monarca navarro, que se había refugiado en Bearn. Apoyado por un ejército francés al mando del general La Palice, el rey Juan de Albret consiguió retomar el terreno perdido hasta llegar a Pamplona, sin llegar a conquistarla. Incapaces de tomar la ciudad, las fuerzas franco-agramontesas comenzaron a replegarse perseguidas por las tropas castellanas.

Fue entonces cuando el duque de Alba extendió órdenes a las tropas guipuzcoanas de Diego López de Ayala para que cortaran el camino a las tropas en retirada, que efectivamente cayeron en Velate sobre las fuerzas franco-navarras en desbandada capturando 12 cañones.

En 1513, Guipuzcoa obtuvo de la Reina de Castilla el privilegio de incorporar a su escudo los 12 cañones capturados en la batalla. Los cañones permanecieron en el escudo de Guipuzcoa durante más de 400 años, testigos de la participación de los guipuzcoanos en la conquista de Navarra, del lado de Castilla y a las órdenes del Duque de Alba.

Naturalmente se trataba de un recordatorio muy incómodo para el nacionalismo vasco. Malamente podía presentarse como una liberación la anexión a la CAV si las tropas de la CAV habían formado parte de la ocupación castellana. Los cañones, además, evidenciaban que la conquista de Navarra no era una guerra entre vascos y españoles. Los cañones, de hecho, eran tan sólo la punta del iceberg de la participación de la actual CAV al lado de Castilla en la conquista de Navarra.

Un día como hoy resulta interesante, pues, enfrentar el nuevo escudo con el viejo escudo tal y como era antes de que los nacionalistas pasaran por él. La comparación de ambos escudos permite comprobar asimismo la eliminación del “rey sentado con vestiduras reales y Corona en la cabeza en una silla con su espada desnuda”, que se discute si pudiera ser Alfonso VIII o Enrique IV de Castilla, pero en cualquier caso nada que interese recordar tampoco a los nacionalistas porque cuestiona su mítico pasado. Otra incómoda reminiscencia histórica que también desaparece en virtud del conocido principio expresado por George Orwell en su novela 1984: “quien controla el pasado, controla el futuro; quien controla el presente, controla el pasado”.

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