Ver y escuchar cómo niega el presidente Zapatero la realidad de la situación española, nos hace pensar en este tiempo de relativismo en el que todo parece valer con tal de alcanzar algún fin. Cuando falta un apego leal a la realidad, es la ideología lo que se impone. Y resulta evidente que Zapatero se ha atado de pies y manos con una ideología que además de enfrentar a los españoles, le impide reconocer la verdad.
Tenemos un presidente que no ve, que no escucha y que se niega a pactar con la oposición un acuerdo global que permita afrontar la situación desde otras perspectivas que no sean sus fracasados augurios. Y no será porque le falten recomendaciones y consejos procedentes de los más diversos ámbitos nacionales e internacionales, incluso ejemplos, como el pacto alcanzado en Portugal entre socialistas y conservadores para impedir el contagio del virus griego. Ese pacto no será posible en España porque Zapatero ha jugado a la división en todos los temas: configuración del Estado, memoria histórica, educación, políticas de familia y vida, política exterior y también economía. Así, es imposible. Tal vez espera dar la imagen exterior que necesita España dialogando sólo con los sindicatos.