La economía mundial pasa en estos momentos de crisis por una grave encrucijada. Este verano se ha producido un gravísimo terremoto en el sistema financiero de los EEUU. El viernes contábamos que el mercado europeo de cédulas hipotecarias se había tomado 3 días de vacaciones por falta de demanda. Ayer mismo hemos sabido que el Citigroup, hasta hace unos meses el mayor banco del mundo, ha tenido que ofrecer un interés de nada menos que el 11% anual para poder encontrar financiación. Nadie estaba interesado en comprar bonos convertibles del banco por menos de esa cifra. La situación es todavía más llamativa cuando, al mismo tiempo, la rentabilidad de los bonos del estado USA a 10 años caía hasta rentar un raquítico 3,94%.
Es muy interesante comparar gráficamente esta situación. A continuación, ofrecemos una gráfica de la cotización anual de Citigroup en rojo. Debajo, la evolución de la rentabilidad de los bonos del estado USA en azul. A la derecha, las gráficas de ambas superpuestas. El paralelismo es evidente.
Si la cotización del Citigroup nos habla de un terremoto financiero, que ha llevado al mayor banco del mundo a caer casi un 50% en 4 meses, la cotización de los bonos nos habla de un pánico paralelo que sólo ha podido encontrar refugio en el tesoro público. De hecho, fuera del mundo financiero, es sorprendente la tranquilidad con la que se están contemplando estos desplomes.
El índice Case-Shiller, de Standard & Poor’s, reflejó ayer en los EEUU una caída del 4,5% anual en el precio de la vivienda, la gran protagonista de la crisis junto al sector financiero.
Hay por tanto un diagnóstico que no ofrece duda, y es que ha habido un terremoto financiero, esto es un hecho. Si este terremoto va a provocar o no una tsunami que se trague el crecimiento de la economía mundial, esto está por ver todavía. Pero en esta situación, lo que no se puede hacer es dejar de dar la alerta de tsunami. Admitiendo que la repercusión del terremoto es discutible, y que por tanto es incierto si habrá o no tsunami, es sin embargo indiscutible el terremoto mismo que justifica la alerta. Y luego que cada cual decida si es hora de vender la casa en primera línea de playa por lo que sea, o si por el contrario es el momento de comprarla y por cuánto.
En nuestra orilla, ayer conocimos la encuesta del clima industrial en Navarra, que mes a mes se sigue deteriorando. Según el INE, “los empresarios navarros mantienen los síntomas de pesimismo sobre la evolución de la industria”. Es evidente, basta con echar un vistazo a la gráfica.