Desde los dominios públicos se está propagando una moral de situación que da por buena una doble moral para muchos ámbitos de la existencia. Esto provoca un clima que reclama una indulgencia y permisividad totales. Ha aparecido una mentalidad que ha aceptado que el fin justifica los medios, todo vale, y es legítimo con tal de hacerse rico, conseguir el triunfo o gozar de una felicidad sin medida.
Es el afán de imponer una precisada idea de la existencia, de signo laicista, que apoya concepciones de la vida dictadas por el agnosticismo, el materialismo y el permisivismo moral.
Se ha originado una devastación de la vida moral y se ha provocado un gran vacío humano que lucha por los encantos o el regocijo narcisista, la vacilación ante la verdad y el desaliento al no descubrir una senda hacia ella.
También una perversión ambiental que devasta las certezas morales más básicas, la fortuna repugnante obtenida fraudulentamente, establece uno de los fenómenos con más potencia corruptora, como el capital perverso del tráfico de estupefacientes. Falta ejemplaridad monetaria en los ámbitos de la política.
En el plano familiar la crecida de las rupturas, el alejamiento de la sexualidad y la fecundación. Las uniones homosexuales. Asimismo se ha generalizado una mentalidad abortista. También la falta de miramiento al bien fundamental de la vida. La precipitación en legalizar la eutanasia; el asesinato de los longevos o bebés con malformaciones.
Asimismo, la muerte del nonato a través de legislaciones que auspician el aborto. Lo que la mujer lleva en sus entrañas es un ser humano vivo. Igualmente, el aborto selectivo que ha causado, en China, la India o Corea, perturbaciones poblacionales que nos llevan a un incremento aterrador de abusos sexuales, comercio de jóvenes para la prostitución, drogadicción y la ingesta de bebidas etílicas.
No debemos consentir que el quebranto y el vacío moral, se prolongue. Vamos a conseguir que se realice la verdad en el amor, ya que «la verdad os hará libres», afirma San Juan.