El pasado mes de abril, Diario de Noticias publicaba un interesante artículo en dos partes escrito por el mencionado autor, en el que se preguntaba por las características que distinguen a la derecha y a la izquierda a comienzos del siglo XXI.
El Secretario de Estudios y Programas de la Ejecutiva del PSN partía del reconocimiento de que las diferencias entre derecha e izquierda, a estas alturas, ya no resultan tan radicales como solían serlo en otros tiempos:
A partir de esta confluencia, el autor lleva a cabo una reflexión refrescante sobre la exagerada hostilidad que a menudo acompaña los debates entre la derecha y la izquierda:
Todo lo cual, sin embargo, no significa que don Fabricio de Potestad renuncie a encontrar una diferencia de fondo entre ser de derechas y ser de izquierdas, una diferencia que se encontraría fundamentalmente “en el dispar criterio con el que ambas formaciones fundamentan la ética, los principios y los valores”. A saber:
Consecuencia de ello, se determina en el artículo, es la dificultad de la derecha para aceptar cuestiones como el matrimonio homosexual, la eutanasia, el uso del preservativo, la manipulación genética, la investigación con células madre o el aborto. El análisis , a este respecto, considera que la brecha moral entre la izquierda y la derecha encuentra su origen en el conflicto entre… naturalismo y positivismo.
Da la impresión, en estas consideraciones sobre la moral y la ética, que el articulista incurre en alguna de las exageraciones que denunciaba al principio hablando de otros asuntos. Y es que, más que entre naturalistas y positivistas, el autor parece dividir entre racionales e irracionales a los simpatizantes de la izquierda y de la derecha. Da por hecho el autor que quien no comparte su visión del mundo es un irracional, o que un creyente no puede ser de izquierdas, a lo cual podrían objetársele algunas reflexiones en esta cuestión en que el escrito sitúa la diferencia fundamental entre las derechas y las izquierdas.
Racional como sinónimo de moral
Por un lado, la idea de que ser racional conduce a ser moral. O a una misma moral. O a una moral más o menos coincidente entre todos los seres racionales. Muchos pensadores, por el contrario, han llegado a la conclusión de que lo irracional es la moral. Muchos que no lo han proclamado con sus palabras, lo han proclamado con sus actos. La mayor parte de esta línea de pensamiento, curiosamente, suele corresponder a personajes que niegan la trascendencia (el famoso «Si Dios no existe, entonces todo está permitido», de los hermanos Karamazov). La postura extrema de enfrentamiento entre lo racional y lo moral la encarnaría otro gran negador de la trascendencia, el mismísimo Marqués de Sade.
El hombre y la naturaleza.
Llama la atención, por otra parte, la idea de que no hay nada trascendente más allá de la naturaleza, no obstante lo cual el autor se opone a la naturaleza como norma. Es más, saca al hombre de la naturaleza, dice que no hay nada escrito en la naturaleza que lo determine y acaba convirtiéndolo en norma de todas las cosas, idea que resulta imposible precisamente cuando se niega la existencia de nada más allá de la naturaleza. Si no hay nada fuera de la naturaleza, resulta tan absurdo pensar que el hombre se encuentra al margen de las normas de la naturaleza como que puede rescribirlas a su gusto. Negando una realidad trascendente, el antropocentrismo moral o biológico tiene tanto sentido como el antropocentrismo astronómico.
Da la impresión, por consiguiente, de que el PSN considera que lo racional no es tanto el método de llegar a unas conclusiones como las conclusiones mismas. Es decir, las conclusiones de la izquierda. Esta concepción patrimonialista de la racionalidad puede incluir el germen de un cierto autoritarismo, puesto que la base de resolver los conflictos por el diálogo se basa en el principio de que los que no piensan como nosotros son sin embargo seres racionales. Lo cierto es que parece más realista que lo expuesto por el autor del artículo pensar que hay argumentos racionales para llegar a conclusiones distintas. La prueba es que suele haber personas inteligentes con diferentes ideas. Determinar qué conclusiones racionales son las más y mejor argumentadas es lo que hace apasionante (o podría hacerlo) la vida política.
Izquierda, derecha y libertad.
Por el contrario, si hay algo que puede caracterizar más el pensamiento de la derecha que el de la izquierda es el concepto de libertad. En el caso del pensamiento cristiano o el liberalismo, en la medida en que se oponen al materialismo, precisamente porque conciben al ser humano como un ser libre, oponiéndose al determinismo social y a la ingeniería social que se derivan del pensamiento materialista de la izquierda. Y es que es muy difícil creer en la libertad en un mundo exclusivamente material, pues el universo material no es libre sino determinista. Si sólo es materia, el hombre es entonces un robot biológico. En el universo material caben el determinismo o el azar (el caos), pero no cabe la libertad. En el universo material la posibilidad de que uno de sus elementos actúe libremente, al margen de la causalidad, es la de que un planeta decida salirse por propia voluntad de su órbita. Y si la existencia de la libertad es un problema en el mundo material, la inexistencia de la libertad nos llevaría a concluir que por ejemplo todas las leyes son absurdas pues nadie sería libre de cumplirlas o infringirlas. Esto que se podría deducir de las leyes, por la misma razón, se podría aplicar a la ética o la moral, que también pasarían a ser absurdas. Desde el puro materialismo, más que una ética racional parece más coherente la negación de la ética. De este tipo de mentalidad surge también la idea tan típica de la izquierda de que, ante los más horribles crímenes, la sociedad y no el criminal es la auténtica responsable. El determinismo social, en definitiva, frente a la responsabilidad individual.
Otras diferencias.
El artículo concluye tratando de establecer algunas otras diferencias. Algunas de ellas, podrían calificarse como puro voluntarismo o incluso literatura:
Lo cierto es que los países con más premios Nobel en apartados científicos, con más patentes en el campo de la medicina, o con más adelantos tecnológicos en su industria, son precisamente aquellos que se caracterizan por ser menos izquierdistas. La razón evidente es que si algo estimula el desarrollo no son las teorías clásicas de la izquierda o la ética positiva sino la libre competencia. La libre competencia, a su vez, resulta imposible fuera de un entorno de libertad individual, libre mercado, libertad de empresa, libertad de expresión, separación de poderes, propiedad privada y seguridad jurídica. Todo ello conceptos con los que quien históricamente se encuentra realmente cómoda es la derecha.
Incluso la propia idea de democracia se encuentra íntimamente conectada con el concepto del libre mercado. A fin de cuentas, los partidos políticos no son sino distintas empresas que compiten entre sí lanzando sus propuestas al mercado para que una mayoría de votantes decida comprarlas.
La misma idea de libertad vuelve a ser clave ante cuestiones como permitir a los ciudadanos elegir la tienda donde quieren comprar, el hospital donde quieren ser atendidos, el colegio en que prefieren educar a sus hijos, el tipo de plan de pensiones que desean, la forma en que desean invertir su dinero. La libertad de elección mejora todo lo que toca, una idea ante la que suele espantarse la izquierda estatalista, intervencionista y planificadora, partidaria del estado paternalista y de que todo lo anterior lo decidan quienes suelen acreditar una menor eficacia al hacerlo: los políticos.
Igualdad vs Progreso.
Otra reflexión pertinente es la de que una sociedad en la que todos son iguales o en la que todos los bienes se reparten resulta absolutamente incompatible con una sociedad pujante, competitiva y en progreso. Todos podemos compartir la idea de que queremos vivir en un mundo en el que a nadie le falte un mínimo, pero eso nada tiene que ver con vivir en un mundo donde todo el mundo tenga lo mismo. En un mundo donde todo se reparte para que todos tengan lo mismo no tiene sentido esforzarse, ni inventar, ni arriesgarse. Todo lo cual nos lleva a deducir que son los principios de la derecha quienes mejor garantizan el progreso.
La conclusión de todo esto podría ser que lo que diferencia a las personas de izquierdas de las de derechas no es que unas sean racionales y otras irracionales, o que unas sean buenas y otras malas, sino que tanto las personas de izquierdas como las de derechas estamos de acuerdo en señalar los problemas que queremos resolver, pero que discrepamos en la manera de hacerlo. Naturalmente empleamos una gran cantidad de recursos en convencernos.
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Un comentario
Agradezco que mi artículo sea útil para el debate, pero lamento que se hayan sacado conclusiones tan precipitadas y ajenas a mi forma de pensar, pues, de nimgún modo, pueden deducirse del texto escrito. Es fácil comprender que en un texto tan corto no es posible profundizar, y esa restricción puede producir equívocos. Obviamente hay creyentes en la izquierda e incrédulos en la derecha, cuya explicación daría lugar a un interesante debate.En ningún momento afirmo que ser racional es ser moral o viceversa. Se puede ser una persona ética siendo creyente o no. Me limito a decir que hay personas que elaboran su ética sobre la base de argumentos racionales y otras cuya moral se basa en creencias, muy repetables, por cierto. El hecho -demostrado- de que no hay nada escrito desde el punto de vista moral en la naturaleza, no quiere decir que físicamente el Universo no esté sujeto a leyes o que el ser humano esté asimismo condicionado por reguladores biológicos. Pero aun siendo así, el ser humano empíricamente se percibe libre y obligado a tomar constantes decisiones sin más referencias que las que el mismo se ha dado. No sé si hay algo fuera del mundo tangible o material, quizá sí,¡ojalá! pero dicha comprobación está fuera de nuestra aprehensión positiva.
En cuanto a las libertades que enuncia en su crítica, por supuesto que todas son necesarias, tanto para la derecha como para la izquierda,sin que ninguna de las dos se sienta necesariamente más cómoda con ellas. Pero la actual crisis económica ha puesto de manifiesto que, al igual que ciertas restricciones políticas hacen posible la convivencia, hacen falta también ciertas restricciones en el mercado y en las finanzas. La economía no puede ser la paradoja de la libertad, la única que campe a sus anchas, sin ningún límite, por lo que requiere algún tipo de control legal. ¿Igualdad? Igualdad de oportunidades, igualdad ante la ley, dismunición de las actuales y dramáticas desigualdades. En definitiva, un Estado Social fuerte. En fin, convencido de que si fuese posible dialogar más extensamente, llegaríamos a muchas más coincidencias, le agradece de nuevo que haya elegido mi artículo para debatir.