El pequeño discurso que acaban de leer son las primeras palabras Juan Manuel Cotelo, director de la obra, en el inicio de La última cima, película documental que cuenta la historia de un sacerdote singular que murió a los 42 años bajando del Moncayo. «En principio cabría pensar que la vida de Pablo –sigue contando el director– no da para una película, porque no es pederasta, no es mujeriego, no es ladrón, tampoco es exorcista o misionero en la selva. Pero Pablo es un buen cura». Cotelo trata de explicar el inusitado éxito de esta cinta, que se ha colado discretamente en el top 15 de las películas más taquilleras, asegurando que «estamos hartos de historias de violadores y maltratadores. Era la hora de hablar bien de alguien. Esta es la única película que habla bien de los curas. Y se ha demostrado que a la gente le gusta».
¿Y por qué le gusta? Pues el director también tiene una respuesta para eso. En el origen de la película, cuenta Cotelo, se encuentra el hecho de que “yo le escuche en una conferencia y supe que tenía algo especial. Era un cura que hablaba con inteligencia e ironía. Un tipo que decía: ‘Para creer en Dios hay que usar la cabeza’. Tras acabar la conferencia, me acerqué y me dijo: ‘Si necesitas algo, pídemelo’. Unos días después, me enteré por la televisión de que había muerto. Y supe que tenía que hacer esta película». La clave es que “no se trata de una película de creyentes hecha para creyentes. Hay gente en la productora que no lo es. Se trata de una historia humana, que provoca que la gente que la ve quiera ser mejor persona». Efectivamente, en estos tiempos una película que habla bien de los curas y que además incita al público que la ve a ser mejor persona sólo puede calificarse de inusitada.
Como no podía esperarse otra cosa, la cinta ha gozado de escasos medios y limitada distribución, no obstante lo cual el boca a boca ha provocado un inesperado éxito de audiencia. En Pamplona se proyecta en los cines Saide de la calle Olite, para todo aquel curioso que esté interesado en verla.
