Cuando la crisis empezó a mostrar su feo rostro en el horizonte, de forma evidente al empezar a desplomarse la recaudación fiscal, el Gobierno de Navarra eligió el curso a seguir entre dos caminos: el de aumentar el gasto o el de ajustarlo en la medida de lo posible a los ingresos. Alentado y condicionado por el PSN, pero sin gran oposición, el Gobierno de Navarra eligió el camino de aumentar el gasto. Un camino que el tiempo ha demostrado que era el camino equivocado. Visto con perspectiva no es difícil traducir el coste del error en euros.
En el año 2007, los Presupuestos de Navarra ascendían a 3.901 millones de euros, mientras que la deuda de la Comunidad a finales de ese mismo año era de 645 millones de euros. Para 2010, el gobierno ha sacado adelante unos presupuestos de 4.409 millones de euros, con una deuda (sólo en el primer trimestre) de 1.495 millones de euros. Sin siquiera hablar de recortar el presupuesto, si no hubiera crecido en estos tres últimos ejercicios (2008-2009-2010) presumiblemente la deuda de Navarra sólo hubiera crecido 342 millones de euros. Ello es debido a que mientras la deuda ha crecido en 850 millones de euros (hasta los 1.495 millones), el propio presupuesto lo ha hecho a su vez en 508 millones de euros. El coste para los navarros de ese crecimiento del presupuesto sufragado mediante deuda, dividido por los 268.700 navarros que están trabajando, da como resultado la cifra de 1.890 euros que le han costado a cada trabajador navarro 3 años de presupuestos “de progreso”. La pregunta es si a largo plazo no hubiera sido más progresista gastar un poco menos y dejar 1.890 euros más en el bolsillo de los trabajadores navarros.