8M2025: el annus horribilis del feminismo

Otro año más llega el 8M y otra vez más todo sigue siendo anormal. La celebración del 8M se ha convertido en una esperpéntica celebración de la incoherencia y la anormalidad. Desde luego será difícil desligar ya nunca el 8M de la pandemia. España se convirtió en 2020 en el país desarrollado con más contagios y muertos por habitantes. ¿Por qué no se hizo nada para contener los contagios y la llegada de infectados desde el extranjero? Pues porque había que celebrar a toda costa el 8M. “El machismo mata más que el coronavirus”, decían, y a continuación hubo en España 125.000 fallecidos por COVID. ¿Cuántas vidas no se hubieran podido salvar en las residencias de Madrid y en toda España si se hubieran tomado medidas de contención un par o tres de semanas antes?

La consigna sin embargo era celebrar el 8M a toda costa, y la manifestación más masiva fue por supuesto en Madrid, ya con los contagios proliferando por toda la capital. El repulsivo comportamiento del gobierno socialista sólo es comparable al de sus terminales mediáticos coreando al virus, hablando del “tontunavirus”, o asegurando que la peligrosidad de la pandemia era un invento de las tertulias de extrema derecha. Todos los mercados bursátiles del mundo llevaban avisando con fuertes desplomes desde hacía un mes y la propia Irene Montero reconocía el 8M que otros países de nuestro entorno estaban tomando medidas “súper drásticas”, pero aquí en cambio había que celebrar su 8M por encima todo aunque nos convirtiéramos en la primera potencia mundial en fallecidos y contagios. El resultado, nada más pasar el 8M, fue tener que someter a todo el país a un arresto domiciliario ilegal y salvaje, con todos los servicios sanitarios colapsados por los enfermados Nadie ha respondido políticamente por ello, ya se encargan ahora personajes como el Follonero de blanquear a los responsables de aquel descalabro. Hemos pagado muy caro en España el llenar de fanáticos e incompetentes el consejo de ministros, y no sólo por soltar violadores, jo tía.

La vergüenza del 8M no se limita sin embargo a los ecos de aquellas celebraciones contagiadoras de 2020, sino que resulta imposible celebrar nada este año sin tener presentes todos los escándalos de acoso, denuncias y agresiones sexuales en el entorno de Podemos, por no mencionar la afición a la prostitución en las altas esferas de la cúpula socialista, donde lo escandaloso no es sólo ya todo lo que se hacía, sino la pretensión de que nadie sabía nada de todo lo que se hacía.

Repasar la actualidad recogiendo todas las noticias relacionadas con el trato de la izquierda a la mujer resulta devastador y hace complicado entender qué tiene que celebrar toda esta gente de la izquierda el 8 de marzo. ¿Las denuncias de acoso contra los principales líderes de Podemos que fueron silenciadas? Por un lado se nos decía que las denuncias falsas no existían, o que como hermana yo sí te creo el mero testimonio de una mujer ya bastaba, pero todo eso era de cúpula del partido para afuera. El 8M no se celebra el feminismo, se celebra la hipocresía.

Hace sólo unos días se conocían los audios de uno de los hijos de Juana Rivas, refiriendo cómo había sido aleccionado por esta para lanzar falsas acusaciones sobre su padre. Como poco se trata por tanto de un caso complejo en el que más vale dejar trabajar a la Justicia y proceder con las mayores cautelas. De lo contrario, lo que podemos tener entre manos es a una madre delincuente y a una entonces ministra protectora de la delincuente. Todo ello es el resultado de no pensar con la cabeza sino con el argumentario, y de blindar el argumentario a prueba de resultados.

En este sentido no cabe tampoco olvidar cómo buena parte de los miembros de la manada han acabado viendo rebajadas sus penas como resultado de la aprobación de la ley del “sólo sí es sí” de Irene Montero. El escándalo adquiere una magnitud colosal teniendo en cuenta que esa ley se aprobó precisamente como reacción a las penas insuficientemente duras que había recibido la manada. Las cabezas que ahora debieran estar rodando por el barro son las de quienes entonces exigían que rodaran cabezas. Por el contrario, personajes como Irene Montero todavía presumen de sus actos y echan las culpas a los jueces de los malos resultados, porque los malos resultados nadie puede negarlos. No es que la ley sea mala, sino que por lo visto los jueces que la aplican son todos machistas. El problema es que son los mismos jueces que aplicando la ley anterior imponían mayores penas, así que al parecer se volvieron machistas todos a la vez el día que se aprobó la ley de Irene Montero. ¿Pero qué va a preferir creer Irene Montero, que es una inútil e ignorante que ha perjudicado a las mujeres o que todos los jueces son hitlerianos?

Por lo demás, los hechos parecen invitar a concluir que no hace falta instruir a los jueces en teoría feminista, sino en finura para tomar la decisión adecuada en el difícil entorno que hemos creado. Un entorno en el cual transmitir o retener la información sobre una denuncia responde a intereses políticos, en el que denunciar sirve para hundir a una persona, o por el contrario para relanzar la carrera profesional, la fama o los ingresos de otra, incluso para llegar a dar las campanadas de Nochevieja. Todo es peor y más complicado desde que el feminismo woke ha monopolizado el discurso de género. Por otro lado no podemos decir que el feminismo a estas alturas no puede estar ya más débil y desprestigiado. Sí que puede estarlo y en los futuros 8M todo el mundo podrá comprobarlo. Lo paradójico es que no se lo han cargados sus detractores, se lo han cargado ellos mismos.

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