Una constitución o es a prueba de corruptos y dictadores o es nada

Es en los tiempos duros, como con todo, cuando se comprueba si un país tiene una buena constitución. Sin duda ahora nos encontramos en un momento difícil, así que se va a poner a prueba nuestra constitución. Básicamente porque nos encontramos en una coyuntura en la que el gobierno trata de colonizar todos los contrapesos, monopolizar todo el poder y ejercer de forma despótica el control sobre todo el país.

Una constitución es antes que nada, y si no es nada, una limitación al poder. Alguien podría pensar que las constituciones o los fueros son normas que emanan de los gobiernos hacia el pueblo pero es todo lo contrario. Para ejercer el poder despóticamente al gobierno no le hace falta ninguna constitución. En el momento en que se establece una constitución, hay cosas que el gobierno no puede hacer. El límite puede estar más alto o más bajo, pero es una limitación al poder, aunque a veces la imponga el propio poder. La única forma de no tener ninguna limitación es no tener ninguna norma.

Entendiendo las constituciones como limitaciones al poder absoluto del gobierno, las constituciones son mejores o peores en la medida en que garantizan más o menos las libertades y los derechos de los ciudadanos. En este sentido, además, una buena constitución es una pensada a prueba de corruptos y dictadores. Es decir, cualquier constitución puede ser buena cuando el gobernante es honrado y bondadoso, igual que cualquier impermeable puede ser bueno cuando no llueve, ¿pero qué pasa cuando llega al poder alguien que no es bondadoso, ni honrado, y pretende ejercer el poder de modo tiránico? O la constitución sirve para impedir eso, siquiera para dificultarlo, o no sirve para nada.

Lo primero que tiene que garantizar por tanto una constitución es una justicia independiente. Si no otra cosa, que al menos el gobierno quede sujeto a sus propias normas. Para que eso sea posible, el gobierno y el que juzga al gobierno tienen que ser sujetos distintos. El gobierno no puede nombrar por tanto a los jueces que tienen que juzgarlo. Si la independencia perfecta no es posible, entonces hay que buscar lo más cercano posible a esa independencia. Lo que no se puede plantear es que, como la independencia total no es posible, abracemos por contra la dependencia absoluta.

Otros valores fundamentales son la libertad de expresión o la libertad educativa. Hay quien piensa que hay que proteger a los niños de sus padres y que la educación debe ser un monopolio del gobierno bajo un programa determinado por el gobierno. Esta es sin embargo una forma característicamente fascista o integrista de entender la educación. No hay ninguna tiranía en la que haya libertad educativa. El peligro no es nunca que haya libertad educativa. La libertad obviamente tiene sus riesgos, pero la alternativa a la libertad es la tiranía. La tiranía es un precio insoportable a cambio de anular algunos pequeños riesgos que puede tener la libertad educativa.

La libertad de expresión es otra piedra angular en la defensa de la libertad individual frente a la tiranía. No puede haber mayor peligro que ese discurso en virtud del cual se nos dice que no creamos nada que no provenga de fuentes oficiales, o dejar en manos del gobierno primero determinar lo que es o lo que no es un bulo y después castigar lo que determine como bulo. Bulo será entonces todo lo que se diga que no le guste al gobierno. ¿Y cómo se podrá saber si lo que dice el gobierno es verdad si la única fuente de información es el gobierno? Igual que no hay ninguna dictadura en la que haya libertad educativa, tampoco hay ninguna democracia en la que el gobierno determine lo que es verdad y lo que no y lo que se puede decir y lo que no.

Todas las consideraciones anteriores resultan relevantes porque en esta coyuntura concreta de nuestra historia precisamente se encuentra amenazado todo lo anterior: el gobierno, rodeado por sus laberintos políticos y judiciales, se encuentra embarcado en una cruzada furibunda contra la independencia judicial, contra la libertad educativa y contra la libertad de expresión. El único freno contra esta embestida son los resortes constitucionales que limitan el poder del gobierno. Si esos frenos no son suficientes, a lo mejor hay que pensar que además de otro gobierno necesitamos otra constitución mejor, o al menos una versión mejorada de la Constitución. Es en el temporal cuando se va a ver para lo que sirve la Constitución y para lo que no, y si la nuestra está diseñada a prueba de tiranos y corruptos o no.

Compartir este artículo

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

  • Navarra Confidencial no se responsabiliza ni comparte necesariamente las ideas o manifestaciones depositadas en las opiniones por sus lectores. Cada usuario es único responsable de sus comentarios
  • Los comentarios serán bienvenidos mientras no atenten contra el derecho al honor e intimidad de terceros, puedan resultar injuriosos o calumniadores ,infrinjan cualquier normativa o derecho de terceros , empresa, institución o colectivo, revelen información privada de los mismos, incluyan publicidad comercial o autopromoción y contengan contenidos de mal gusto.
  • Se procurará evitar en lo posible los comentarios no acordes a la temática publicada
  • Navarra Confidencial se reserva el derecho de eliminarlos

Información sobre protección de datos

  • Responsable: Navarra Confidencial
  • Fin del tratamiento: Controlar el spam, gestión de comentarios
  • Legitimación: Tu consentimiento
  • Comunicación de los datos: No se comunicarán los datos a terceros salvo por obligación legal.
  • Derechos: Acceso, rectificación, portabilidad, olvido.
  • Contacto: info@navarraconfidencial.com.
Logo_Positivo.webp
Logo_Positivo.webp

Suscríbete a nuestro boletín